La obediencia no es una cuestión de mérito, sino de ascendencia y autoridad.
No se merece, se ejerce o se percibe. Que es muy diferente y no tiene nada que ver con merecer.
¿De verdad cuesta tanto pensar y no dejarse llevar por consignas absurdas que suenan atractivas y carecen de toda sustancia?
Sí, cuesta. Es más fácil gritar con un ejercicio estéril de exhibicionismo histriónico escudado en un supuesto carácter fuerte (que no deja de ser una insufrible manifestación de incapacidad y mala educación), que asumir las carencias propias de los incapaces metidos en asuntos que les superan.
Y me da tristeza ver a personas que sé que piensan bailar el agua a tales imbéciles. Espero que no sea contagioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario