Hay quien ni se imagina con una polla en la boca.
También quien lo hace casi por obligación, sin disposición alguna.
Luego está quien lo ve como un acto de justa correspondencia, un quid pro quo oral, con balance positivo al final.
Desde luego, no faltan los movidos por la condición de complaciente obediencia.
Por supuesto, los que disfrutan del acto enmarcado en la actividad sexual.
Finalmente, están quienes parecer obtener más placer chupando que el receptor de la atención. No sueltan el objeto de su placer. Demoran las caricias, el contacto, saboreando cada milimetro en cada segundo. La mirada es inequívoca, con un fulgor entre calmado y satisfecho muy, muy particular. No hay ansia, ni prisa. Sí una golosa delectación. Tanto que recibir el fruto de su deliciosa dedicación puede considerase una molestia si con ello se acaba la actuación.
Nunca pensé que pudiera tener la sensacion de que quien me está chupando la polla goza más que yo.
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