"¡Qué bien vives!", me dijo, con un deje mitad asombro, mitad sana envidia.
"Claro que vivo bien. Muy bien, diría.
Y pretendo seguir así hasta el día en que me muera.", contesté, sin darle la mayor importancia. Y es así, mayormente así.
Por eso me da entre rabia y lástima ver a tantos desperdiciar energía y talento en quimeras sobrevenidas y estúpidas batallas heredadas que en realidad no tienen nada que ver con ellos.
Id con Dios, queridos peones de la nada.
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