Que mi reino no es de este mundo es algo que tuve claro desde los primeros momentos en los que comencé a interaccionar en los foros donde supuestamente se citan, nos citamos, aquellos afines al sadomasoquismo en cualquiera de sus formas.
Han pasado casi veinte años, pero recuerdo como si fuera ayer la conversación con una de las de entonces "sumisas de referencia", en un lugar antecesor de éste como espacio virtual de encuentro. Me pareció, en el incipiente caldo de cultivo del mundo pre-facebook (aunque posterior IRC) que aquella mujer poseía una sensibilidad diferente, y que disfrutaba de los atributos y capacidad que habría necesariamente de tener aquello que había ido a buscar.
No era así, claro. Lo único que pudo acreditar fue un manejo del medio increíble y las habilidades necesarias para medrar y manipular en un entorno grupal. En lo referente a lo que es necesario para el desarrollo de una relación basada en intercambio de poder, o en impulsos sadomasoquistas, nada de nada. Una absoluta nulidad.
A aquella perla de la manipulación social se le ocurrió preguntar públicamente cuál era el valor de una sumisa. Por respuesta (privada, como suelo hacer aún hoy) le mande la letra de "Inutil paisagem", de Tom Jobim, y como contestación va y dice:
"¿Me estás llamando inútil?"
Esto ya lo conté en su momento, por ahí debe estar la entrada. La sorpresa inicial ante tan obtusa respuesta, aparte de revelarme a alguien incapaz de ir más allá de lo literal en algo tan figurativo como un poema, me mostró descarnadamente la línea que separa a los que son de los que quieren ser.
Y nada parece cambiar. Hoy he disfrutado de un nuevo momento de visión literal. Tan impactante como aquel, porque no lo esperaba del interlocutor. No debería sorprenderme, pues esa falta de visión y de capacidad es cada vez más frecuente, sobre todo en el universo en el que el "querer ser" parece aval suficiente para embarcarse en cualquier empresa, sin importar que el sujeto que desea carezca de la más elemental y obligadamente necesaria capacidad para acometerla.
Lo malo no es eso, pues si se estrellan solos, allá ellos. No, lo peor es que encima suelen hacer ostentación de su ceguera, exponiendo sin rubor las conclusiones a las que les lleva una ridícula capacidad de observación, aventurándose a evaluar algo que ni siquiera son capaces de concebir que pueda ocurrir, ser o existir.
Desde luego, en cierto modo, ellos mismos responden a la pregunta que en su día me lanzó su ilustre antecesora.
Hoy, sí, literalmente, digo que sois, que eres una inútil. No hay nombre que lo describa mejor.