jueves, 22 de diciembre de 2011

boca del infierno, puerta del cielo

tres miercoles de diciembre; tres encuentros.

Busco un lugar diferente. Diciembre es un buen mes para experimentar, los hoteles ofertan estancias muy asequibles, y de ese modo es posible abrir el abanico y evitar la rutina. El día anterior, pasamos por la puerta de uno que ofrecía un aspecto singular, y me decidí por éste.

Nos acercamos, y mientras hago la entrada, se dedica a curiosear el local. Antes, dentro de las charla que solemos mantener de camino (donde me encanta jugar con los nervios que la situación le produce), me confesó que no llevaba bragas. Durante el breve paseo desde el aparcamiento a la recepción, pude comprobar que era así.

Subimos, y nos instalamos. La habitación es curiosa, y tiene unas camas con aspecto muy cómodo. Se tumba en una de ellas, con las piernas al borde, apoyadas sobre el suelo. Las abre levemente y se levanta distraidamente la falda, dejando al descubierto un muslo blanco, suave. La tela queda al hilo del pubis, captando mi atención. Dejo de colocar las cuerdas, que era lo que tenía en mente usar, y tomo uno de los gatos. El más suave y ligero. Me acerco a ella y con firmeza, incluso cierta brusquedad, tomo sus manos y se las pongo sobre la cabeza, y del mismo modo separo sus piernas. Entonces, acaricio la piel desnuda con las tiras de cuero, mientras levanto lentamente la falda, descubriendo paulatinamente toda la zona que resalta la ausencia de ropa interior. Cada milímetro que queda expuesto es inmediatamente surcado por el fino invasor que la recorre, y que comienza a sacarle los primeros suspiros. Le privo de la visión, de modo que concentre sus sentidos en lo que ocurre bajo su vientre. Sus manos agarran con fuerza las sábanas, con movimientos cada vez más tensos.

Las caricias del gato van intercalando algunos azotes, y extrayendo suspiros, jadeos, gemidos. La tensión de sus piernas indica el efecto que va causando cada golpeo, y comienzo a alternar las atenciones sobre su clitoris; ahora un dedo que estimula, ahora un leve trallazo que duele, otro dedo que entra en la vagina....la humedad crece y la subida y bajada constante que la acerca y aleja del cada vez más deseado clímax es un tormento que la va enloqueciendo poco a poco. Suplica, pide, gime.....y ocurre. Ante una tanda de azotes, su sexo, su cadera, toda ella, en vez de rehuir el contacto.....se ofrece, se abre, se levanta, lo busca....va al encuentro de látigo. Cambio de instrumento, y tomo uno más tupido, de cola más larga y cuerdas más finas. El efecto es el mismo, aumentando la intensidad.....vuelve a suplicar llegar una y otra vez, acabar con la tortura, pero las piernas ya no se cierran, sea lo que sea que ocurre entre ellas.

Algo que era casi impensable apenas un mes atrás....antes de comenzar el fascinante periplo por los miercoles de diciembre.

Y ahora, llega enero

martes, 20 de diciembre de 2011

dos veces más 5 minutos

5 minutos

La tarde es fría, aunque no desapacible. El invierno asoma cada día con más decisión, difuminando lentamente los jirones que van quedando del otoño. El sol ya se ha puesto hace rato, y tras recogerla a la salida de su trabajo, vamos a tomar un té.

Probamos un lugar nuevo. Una cafetería amplia, grande, con sillones de cuero pareados, una barra inmensa y cómoda con taburetes fijados en el suelo, una plancha generosa....vestigio ya de otra época, cuando se creaban locales como Dios manda, pensando tanto en la comodidad del cliente como en el número de cafés a servir.

Los camareros parecen sin embargo desagradablemente actuales, uno con gesto poco amistoso y otro enfrascado con un dispositivo móvil. Pedimos antes de sentarnos, y nos dejan las consumiciones en el mostrador. Estoy hojeando los periódicos, mientras ella toma su infusión y su tostada y se acomoda en la mesa. Y entonces, me desafía; me dice que no me va a llevar mi té, que habré de hacerlo yo. Lo hace de modo que todo el local se da cuenta. Miro de soslayo, y no digo nada. Acabo de leer el periódico, mientras ella sigue preparando su merienda.

Una vez acabada la lectura, me encamino hacia donde se encuentra sentada, me acomodo, y le ordeno que cumpla con su obligación de servirme. Se queja, se resiste, protesta......ya todos los presentes están pendientes de la escena. Y finalmente, se levanta y va a por la taza y la tetera. El camarero del teléfono pregunta si quiere algo, y cuando le ve tomar la vajilla, se ofrece a llevarlo (a buenas horas). Ella masculla unas palabras que no recuerdo, mientras vuelve con mi servicio. Sigue retahilando, y continúa con su tarea, preparando el limón, el azucar, sirviendo el te y dejándolo listo para tomar. Mientras trataba de negarse, le había dicho que de no haber cumplido, la habría azotado sobre la mesa. No se si me creyó. Pero supongo que estimó oportuno no comprobarlo.


otros 5 minutos

Seguimos sentados, aunque hace tiempo que habíamos terminado de tomar lo que pedimos. Hablando, de temas diversos, aunque flota en el ambiente el episodio anterior. De pronto, siento algo. Miró a sus ojos, y lo detecta, intuye (no, lo sabe) que ese algo va a pasar. Encuentro una vía a su interior, una invitación irresistible a traspasar su muro de protección. Sí, eso es, absolutamente irresistible. Entro despacio, con premeditada lentitud. Se agita inquieta, se sienta de lado, no es capaz de mirarme. Tiene frío. No es así, tiene la piel de gallina. Sin haberla mirado, se lo digo. Levanta la manga, baja la cabeza y me dice que no, con la voz callada. Se encuentra con mi mirada, se acurruca sobre si misma mientras musita "¿Eres un brujo o qué?".

Siente, emociones intensas, similares a las que experimenta cuando mis manos la recorren mientras se abandona a mi merced.....pero esta vez no hay contacto. Le extraña perder el control de esa forma, le sorprende....le asusta. Le pregunto con toda la intención si sabe quien soy. No contesta, no puede, no quiere; pero si sabe. Y ese silencio es la mejor de las respuestas.

Han sido 5 minutos de nuevo. Otros 5. Pero no 5 minutos más.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Dos veces 5 minutos

Primera vez

La cita es donde costumbre. Viene elegante, guapa, atractiva. Vestido negro, camisa burdeos y collar de perlas. El pelo y la mirada de siempre, los nervios habituales.

Juego a levantarle el vestido, ver su ropa interior, acariciarle, por encima, por los lados, por debajo. Juego, sí, con su sexo; se excita, se tensa, disfruta, gime. El vestido enrollado a la cintura, las medias, sus piernas, las bragas……humedad y calor. Frota su vagina contra mi mano, con el pudor justo para poder disfrutarlo.

Tras los prolegómenos, la llevo ante el espejo. La falda, aún subida, muestra sus piernas, su pubis, sus caderas. Sigue frotándose contra mi dedo. En ese momento, le agarro del pelo, y le obligo a mirarse en el espejo. Vería una zorra caliente, deseando placer, pegando su coño mojado y sediento, a través de la tela, a la mano que le procurará su deseo y su alivio. Me mira, pero no se mira, Al final, un vistazo fugaz le muestra su ser. Ese que sabe que lleva dentro y no quiere ver.




Segunda vez

Avanza la tarde. Pasó el momento del espejo, y se sucedieron escenas de sexo, mucho sexo, calmando ansias y deseos. Es el momento de irse. Tomo una cuerda, y practico sobre ella una atadura sobre el brazo. Queda bien, y continúo sobre el otro; quedan ambas extremidades inmóviles, fijas a su espalda. Dejo que el instinto me guíe, y la tumbo boca abajo sobre la cama. No puede moverse, y con mis rodillas, mantengo separadas sus piernas, y comienzo a acariciar su sexo. Gime, se excita, se retuerce…y acaba abandonándose. No es consciente de donde se encuentra, tan solo quiere más. A merced de la mano que la conduce desde su clítoris, como si fuera el elemento que permite controlar todo su ser. Pierde la noción del tiempo y del espacio, sólo existe la mano que la maneja y las sensaciones que percibe, en la oscuridad que le sume su cara enterrada sobre la cama.

Llega el éxtasis…..le doy la vuelta….y veo en su mirada perdida que no sabe dónde está. Han sido apenas 5 minutos, pero valen por las 3 horas de juegos anteriores.

Dos breves intervalos, que la han hecho aún más mía.

martes, 13 de diciembre de 2011

Cuero negro

Cuero negro,

látigo negro,

cuerdas negras,

metal frío, cera roja.


Mano blanca,

fusta negra,

mordaza negra,

sudario blanco, zapato alto, seda negra.


Pasión húmeda,

ansia trémula,

calor helado,

cuerpo usado, ojos vendados, mente virgen.......


Dolor blanco, piel roja, alma oscura, placer negro.

viernes, 9 de diciembre de 2011

3 días de Diciembre, sms's y un collar

8/12
Buenos días, catira

"Buenos días, mi amo r"

"No reserves porque......"

Te recogeré cuando acabes, llámame cuando estés lista

9/12
Buenos días, catira ¿cómo estás?

"Mejor, pero sólo un poco, sigo dolorida...no voy a poder cumplir con mis deberes maritales estos días!!!!"

"Estoy tomando café y he sido descortés....lo primero buenos, días y lo segundo ¿Qué tal lo pasaste anoche?

Muy bien, pero se me acabaron las pilas de repente, no se por qué.

"Jaja, yo sí que lo sé..a las doce ya dormía...todos dando vueltas por la casa o viendo una película y yo en la cama dormitando y sientiendo a mis cachorros metiendose y saliendo de mi cama. Hoy estoy guapa..¿Será por tí?. Jaja"

10/12
Buenos días, catira

"Buenos días, mi Señor"

martes, 6 de diciembre de 2011

Una tarde compartida

“¡Oh, el lunes tenía una cita, se me olvidó comentártelo!”, venía a decir el mensaje. Tenía orden de estar a disposición lunes y el miércoles. Ambas tardes, completas, y, como esperaba, apareció la excusa de rigor.

Una excusa insuficiente, pues me dio margen para responder algo así como:

“El lunes te recogeré tras tu cita, e irás vestida como un Amo espera que vaya su zorra”

Ese es el resumen de la conversación, que acabó más o menos con un desafío de los suyos, medio en broma, medio a ver qué pasa

“Mira como tiemblo, uuuh, uuuh”

“Temblarás”, fue mi respuesta.

El día anterior, la amiga de manolito, me comentó que estuvo en una tienda de artesanía de cuero dedicada a realizar productos BDSM. Por las indicaciones que me dio, ya lo conocía de antes, y a lo largo de la mañana fui dando forma a un encuentro especial. Sí, sin duda, iba a temblar.

Al mediodía recibo un mensaje, que me anuncia que su cita quedó pospuesta, y estaba desde ese momento a mi disposición. Hablamos por teléfono, y quedo en pasar a recogerla, sin aclarar detalle alguno de lo que se le avecinaba. Su imaginación hizo el resto.

Llevo un minuto esperando….y ¡sorpresa! es puntual…..insospechadamente puntual. Ha cumplido, y viene arrebatadora, (eso es habitual, ciertamente) y convenientemente vestida y cubierta con un abrigo, toda una señora. Sonríe….pero está nerviosa. No sabe a donde vamos ni que va a hacer. Tan sólo intuye, poderosamente, que en algún momento va a temblar.

Llegados a la zona de destino, aparcamos a 50 metros del local, en una calle muy concurrida. Doblamos la esquina, y el ambiente se calma, pero no se serena. Pasamos un sex-shop, que le hace gracia, pretende entrar. Le digo que podrá hacerlo después, si es que le quedan ganas. Y llegamos a la puerta. Se ven unos corsés, arneses, vestidos, gorras, todo ello de cuero y metal. Lo disimula como puede, pero le cambia la cara y el color.

“Yo ahí no entro”

“Nadie te ha pedido opinión, vamos, adentro” mientras la tomo del brazo y la conduzco al interior. En una vitrina hay collares posturales, rojos y negros, y en otra, instrumental médico para prácticas más avanzadas. Definitivamente, tiembla en su interior. Pregunto por los collares, y el dependiente me los muestra. Sí, hay uno negro, con tres anillas, tacto suave…perfecto, lo que andaba buscando. En la tienda entra y sale gente, ella está incómoda, pero aparento no hacerle caso, y me acerco con el collar.

“Levántate el pelo”

Duda, da un paso atrás, me dice que no…….pero sus ojos dicen que sí.

Lo paso por su nuca, se lo ciño y lo ajusto en su posición. Sí, es su collar.

“Me gusta más en rojo” Habla por fin.

No tengo inconveniente, y pregunto por collares rojos. Me dicen que no hay ninguno, pero que los hacen como lo pidamos, y que en un día lo entregan.

“Bien, pues entonces, rojo, mucho mejor” Dice ella

“Vale, no hay problema, lo encargo y mañana vienes a recogerlo”

“Oohh, no, negro está bien, muy bien” responde mientras sigue temblando.

Antes, mientras ella miraba unas minúsculas minifaldas estuve probando un gato de 22 colas, de cuero fino….una delicia, capaz de la caricia más suave y del mordisco más cruel. Aún siento en el antebrazo un leve picor mientras escribo estas líneas. Sí, también me lo llevo.

Por último, un vistazo a las mordazas….quedan para otro día, pues hay que pedirlas con un mayor diámetro de aro. Hoy, con que sepa para que sirven (“no tienes que llevar eso, estaré muy calladita cuando me lo ordenes”), es suficiente.

El collar va en la bolsa, y tras entrar en el sex-shop a que se compre un juguete (y de paso se relaje un poco), vamos a tomar un té a un lugar tranquilo.

Allí, se pone al cuello lo que es un nuevo símbolo de posesión, se mira en el espejo. Ya no tiembla. Antes bien, queda lista para el encuentro del miércoles y recibir ceremoniosamente su collar……pero eso, será mañana.