jueves, 23 de abril de 2015

Tiempo de cambio





Coltrane. Una relación ambivalente para mi. O todo o nada. ¿Será posible? ¿Seré yo?
Me gusta de vez en cuando no hallar el término medio. Posee su encanto.



Puede que sí, es tiempo de cambio. Inevitable

martes, 21 de abril de 2015

Coleccionista

Es posible. Sí, es más que posible. De ese modo me cuadran los momentos, los retazos, las pulsiones, las paradojas, el contraste, la intensidad.

Es muy posible. En parte da juego a mi inconstancia. En parte, también, da sustancia al artificio que me he buscado para no sentirme mal por hacer algo que no debo hacer. Es muy cómodo, condensa el compromiso en el propio juego y en las escogidas partes de mi que pongo en liza (y en correspondencia, en las escogidas partes que demando de quien participa conmigo, aunque esto es algo que no se suele apreciar en su justa medida).

Y es un juego, pues hacer de una actividad como coleccionar un elemento vital esencial es algo poco responsable. Por supuesto, estas son mis apreciaciones, no pretendo que en general se perciba mi objeto de colección del mismo modo que lo hago yo. Aunque para ser sincero, tampoco esperaba encontrar tan escaso quorum.

Lo malo de coleccionar es que al principio tienen un ritmo vertiginoso. Hay tanto por recoger, adquirir, mirar, desear.....que parece que nunca se acabará de dar abasto. Sin embargo, el tiempo va acumulando esos momentos, retazos, pulsiones, paradojas y contrastes de un modo que llega el día que parece haberse ocupado el último espacio de la vitrina, pegado el cromo que completa el álbum, adquirido el disco que faltaba en la discografía. Y no siempre hay hueco para poner una nueva estantería, comprar un nuevo álbum o escoger nuevas músicas que almacenar.

O sí, pero no se trata de eso. Pues esta colección está formada por entes abstractos, que no ocupan lugar, que no se pueden tocar, ni ver, ni oler, ni saborear u oir. Pero un sonido apagado, el tacto de una piel, el aroma de un cuerpo, la forma de la carne o el sabor de lo prohibido de vez en cuando vuelven de las tinieblas ante el estímulo inconsciente de algo que hace recrear, el espíritu guardado de un elemento de la colección. O mejor aún, es en ese momento, el de darse cuenta de que es una colección infinita que nunca tendrá fin, pues cada momento es único, irrepetible, y la misma esencia de esa excepcionalidad es la que me invita de nuevo, cuando menos lo espero, a añadir más momentos sin cesar.

Con el mero impulso del deseo.....de coleccionar.

viernes, 10 de abril de 2015

Nuevas maneras

No sé si he llegado a ellas por puro hartazgo. Supongo que no sólo por eso, aunque tenga algo que ver. Desde luego, hay actitudes que ya no soporto. Ni un minuto. Puede que la sensación de no necesitar expresamente nada sea más tajante que la del deseo indeterminado.

Pues hay deseo. Pero ya no lo canalizo del mismo modo. Siempre he buscado ese toque diferente en toda aquella con quien jugar. O mejor dicho, sólo jugué cuando sentía esa diferencia. Y, como en aquellos principios, no es algo que marque el físico, o el atractivo estético. Es curioso, pero hay dos momentos esenciales tras verificar una complicidad intelectual. Uno es el del contacto visual, ojo contra ojo. Sigo sabiendo en ese momento si es que sí o que no, aunque las apariencias marquen otra cosa. El otro es el del roce de la piel. Cada vez me dice más la piel. Y creo que mi piel dice también cosas que antes se callaba. La punta de los dedos, el fondo de la mirada y la complicidad de las palabras, como una trinidad pagana que invita a fluir los pensamientos estigmatizados, eliminando fronteras invisibles con la sutileza elegante de la naturalidad en las situaciones excepcionales y extrañas.

El caso es que notaba el aburrimiento, pero no le ponía remedio. He tratado incluso de darme la vuelta por completo, volverme del revés, pero hay cosas que no se hacen de un día para otro. Sin embargo, el experimento me ha permitido darme cuenta de donde se halla la esencia que creía ya que era un mero engaño de mi imaginación.

Existe. Y ¡es tan familiar! y sobre todo, estaba tan cerca. Pero claro, quien no mira, no ve, y no lo hacía. Tuve que desdoblarme por partida triple, hacer trocitos homogéneos de un yo caleidoscópico y lanzarlos a la aventura, cada uno sin mezclas en su pretendida pureza.

El resultado no ha sido sorprendente. Quizá haya causado más sorpresa en algunas personas, pero cada día lo veo más claro. Y me gusta. Aunque ahora tenga los trozos separados. Sé que se pueden unir, aún a riesgo de provocar una mezcla demasiado intensa. Pero eso no va a ser mañana. Ahora toca gozar de cada yo, darle a cada uno su espacio, y disfrutar.

Lo de crecer, lo dejo para las plantas. Que a estas alturas lo único que me puede aumentar son el ego y la barriga.

Y ya son demasiado grandes.