martes, 21 de abril de 2015

Coleccionista

Es posible. Sí, es más que posible. De ese modo me cuadran los momentos, los retazos, las pulsiones, las paradojas, el contraste, la intensidad.

Es muy posible. En parte da juego a mi inconstancia. En parte, también, da sustancia al artificio que me he buscado para no sentirme mal por hacer algo que no debo hacer. Es muy cómodo, condensa el compromiso en el propio juego y en las escogidas partes de mi que pongo en liza (y en correspondencia, en las escogidas partes que demando de quien participa conmigo, aunque esto es algo que no se suele apreciar en su justa medida).

Y es un juego, pues hacer de una actividad como coleccionar un elemento vital esencial es algo poco responsable. Por supuesto, estas son mis apreciaciones, no pretendo que en general se perciba mi objeto de colección del mismo modo que lo hago yo. Aunque para ser sincero, tampoco esperaba encontrar tan escaso quorum.

Lo malo de coleccionar es que al principio tienen un ritmo vertiginoso. Hay tanto por recoger, adquirir, mirar, desear.....que parece que nunca se acabará de dar abasto. Sin embargo, el tiempo va acumulando esos momentos, retazos, pulsiones, paradojas y contrastes de un modo que llega el día que parece haberse ocupado el último espacio de la vitrina, pegado el cromo que completa el álbum, adquirido el disco que faltaba en la discografía. Y no siempre hay hueco para poner una nueva estantería, comprar un nuevo álbum o escoger nuevas músicas que almacenar.

O sí, pero no se trata de eso. Pues esta colección está formada por entes abstractos, que no ocupan lugar, que no se pueden tocar, ni ver, ni oler, ni saborear u oir. Pero un sonido apagado, el tacto de una piel, el aroma de un cuerpo, la forma de la carne o el sabor de lo prohibido de vez en cuando vuelven de las tinieblas ante el estímulo inconsciente de algo que hace recrear, el espíritu guardado de un elemento de la colección. O mejor aún, es en ese momento, el de darse cuenta de que es una colección infinita que nunca tendrá fin, pues cada momento es único, irrepetible, y la misma esencia de esa excepcionalidad es la que me invita de nuevo, cuando menos lo espero, a añadir más momentos sin cesar.

Con el mero impulso del deseo.....de coleccionar.

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