viernes, 19 de noviembre de 2010

La Plaza (parte de la 4ª etapa)

Esta entrada vio la luz en el sitio incorrecto, en un momento equivocado. Es antigua. Pero la pretensión de Mr_Al entonces, de no ser explícito, le hizo no publicarla en el lugar apropiado. Hoy por fin aparece donde siempre debió estar, aunque corresponde a abril de 2010. Sin los detalles superfluos que entonces la adornaban

Flashback, y la mente atrás. Hacia una noche. La primera noche. La recogí a la salida de su trabajo. Viene corriendo, acalorada, sin arreglar....hay una disculpa en la mirada y algo más. Subimos al coche y vamos sin prisa hacia el hotel, comentando asuntos casuales. Aunque ya nos conocemos bien, hay un aura de ocasión especial que impregna las palabras, las miradas y los gestos. Llegamos y subimos a la habitación. No es un sitio cualquiera; un entorno singular, una arquitectura diferente y una decoración cuidada. Recorre todos los rincones de las estancias y se para ante una mesa baja y ancha que me hace sonreir mientras mi mano acaricia su espalda. Ella pasa la vista por encima de los instrumentos dispuestos encima del aparador. Todo listo para hacer uso de ello según demande la situación, al dictado de mi imaginación. Noto como le recorre un escalofrío al posar la mirada en algunos objetos, mientras otros hacen brillar sus ojos...pero no dice nada. Toma su bolsa en las manos y con un mohín, entre coqueto y zalamero, me pide permiso para arreglarse. Concedido. Conozco su impecable buen gusto y se que merecerá la pena. Pasan los minutos, lentos, silenciosos; no es una espera tensa, antes bien, tiene la virtud de relajar atmósfera, y hacer que se cree una complicidad aún mayor. Por fin aparece. Lista para su Señor. Mirada baja y cuerpo desafiante y orgulloso. Siente mi sorpresa; esta tierna y perversamente bella. Una colegiala elegante y barroca, a quien nada le sobra y nada le falta. El interior se anuncia irresistible, pues se que estará a juego con lo que muestra. He de hacer uso de esa paciencia que ahora tanto me falta y resisto la tentación de siquiera mirar debajo, reservando ese placer para un momento posterior. Con un ademán, le señalo las bolas y le insto a que se las ponga. Lo hace sin titubear. Parecen entrar sin gran esfuerzo. Paso mi mano para asegurar que estén adecuadamente alojadas, al tiempo que compruebo su calor y humedad. La prenda que las tapa es tan suave como la piel que cubre. No levanta la vista en ningún momento. Y salimos a cenar.

Estamos en una ciudad de provincias, centro peatonal, día laborable, ya noche cerrada, pero hay cierta animación. Paseamos a buena marcha (pretendo que note todo lo posible el juguete que lleva en su interior), mientras tomo nota de los lugares que ofrece el recorrido, buscando el sitio ideal para el acto previo que tendrá lugar a la vuelta. Llegamos por fin al sitio escogido, un lugar ambientado y concurrido. Está allí la recepcionista que nos atendió en el hotel, quien nos mira con curiosidad. Subimos y bajamos escaleras para llegar la mesa y sonrío otra vez al notar el efecto de la bolas por los gestos de su cara. Le ofrezco sentarse y lo hace de golpe. El gritito que dio, junto con mi suave carcajada, se escuchó en todo el local. Disfrutamos de la situación toda la cena, y volvimos al hotel. De nuevo subir y bajar escaleras, y nuevos gestos. Y llegamos a la plaza que a la ida había seleccionado como el lugar ideal. Amplia, despejada, relativamente tranquila, pero con un goteo constante de paseantes. Me detengo y le pregunto por las bolas. Dice que ya le resultan incómodas, a pesar del placer que le provocan. Sigue pasando gente. Es su ciudad. Y le digo, allí mismo, en el centro de la plaza, que puede quitárselas. Me mira, sorprendida. En un instante, la sorpresa se torna en lujuria y desafío. Lentamente, abre sus piernas, levanta la falda, aparta la ropa interior y sin dejar de mirarme a los ojos, se saca las bolas. Me pregunta que hace con ellas. Le hago saber que si ha de guardarlas, primero debe limpiarlas adecuadamente. No necesita oír más y las lleva a su boca. Calmada y voluptuosamente. Se toma su tiempo con ellas, mientras por la plaza pasa alguien de vez en cuando. Una vez limpias, me pregunta con la mirada cual es el siguiente paso.. Asimismo, con un leve gesto con la cabeza, le hago saber que sitio mejor que donde las llevaba no hay. Y de nuevo, con parsimonia y cierta solemnidad, las devuelve al lugar en que llegaron a la plaza. Compruebo de nuevo que están bien colocadas y llegamos hasta el hotel. Al subir a la habitación, vuelve a pasar la vista por el aparador junto a la mesa. Dejo la habitación en penumbra y le hago apoyar las manos sobre el respaldo de una silla, con el tronco inclinado hacia delante. Le hago notar que acepto su desafío de la plaza. El escalofrío de antes ha dejado paso al deseo y la excitación.... comienza la primera noche.....

jueves, 18 de noviembre de 2010

Sin descanso

Será la falta de sueño. Esta noche el descanso no quiso envolverme, y ya desde antes de incorporame iba arrastrando los pies. Si, es el cansancio, seguro. No tiene otra explicación. No, no puede haberse agotado todo ese torrente de energía en un suspiro. La lucidez no se va en los vuelos de una ráfaga de viento. La mirada acerada y precisa no se desafila por tener que pasar infinitas veces entre las pestañas.

Sí, sin duda es el cansacio. Pero he vuelto a poner a Bil Evans durante todo el día. Me rodeo con esa suavidad que suena a derrota, a dulce derrota.Y me invade la sensación de que el destino si existe, y todos tenemos uno.....y no podemos hacer nada para huir de el. No.No es cierto. No es debilidad. Tan sólo, que estoy cansado. Pero ¿por qué esa música activa los mismos circuitos que quiero desconectar en los breves foganazos de consciencia? No se, es más cómodo dejarse llevar. Dejar de hacer. Sí, claro que sí. Es que estoy cansado. ¿Cómo no me di cuenta antes?

Cansado, sí, pero ¿de qué?

Polka dots

Estoy tirado en el sillón, y me baña la luna con sus rayos...siento el polvo de la presencia que se fue, y siempre estará.

Mañana, si consigo dormir, todo lo que pasó por mi mente me parecerá irreal. Pero eso será mañana.