lunes, 24 de octubre de 2016

La piel (dejar de pensar)

Pienso, muchas cosas. Entre otras, hacerte dejar de pensar

Hazlo. Haz que deje de pensar y llegue a ese estado de ingravidez mental que me hace libre, aun con el cuerpo completamente inmovilizado.

La piel es un mero transductor de sensaciones hacia adentro. Y hacia afuera. Sentir que te ves desde lo alto, con tu cuerpo abajo, a un lado, a la vez que notas el peso del vacío en tus entrañas. De dentro hacia afuera.

domingo, 16 de octubre de 2016

Intuición

Me gusta cuando mi intuición me guía. Y me gusta mucho más cuando me hace guiar.

Veo a Alicia cayendo por el agujero con una sonrisa satisfecha.
Deliciosa Alicia. Y deliciosa intuición.

jueves, 13 de octubre de 2016

El brillo del lado oscuro

No recuerdo bien que fue lo que vi. Pues muestra muchas cosas, y casi todas me gustan. Aunque ver un perfil, una página o unos escritos y que me guste casi todo no es tampoco tan excepcional. Hay tantos entornos diseñados exclusivamente para gustar y hacer saber lo estupendo que es quien lo ha creado, sin nada más detrás. Así que hubo algo que me obligó a mirar más despacio, a saber por qué todos los elementos atractivos y dispersos comenzaron a formar parte de un todo que en cada visita se hacía más y más difícil de ignorar.

El lugar se cerraba en pasado, como el testamento de una vivencia increible que su autor veía imposible volver a experimentar, siquiera de modo parecido. Desgranando aquellas líneas, por encima de lo explícito (llega a ser muy, muy explícito, casi gráfico) reconocí ese aroma. El aroma del carácter y condición que me hacen ser lo que muy pocas personas conocen y menos aún han disfrutado junto a mí. El perfume que me provoca la mirada fría, la presencia amplia, el ánimo posesivo, el deseo perverso y el sabor del poder desatándose lentamente. La certeza absoluta de saber que está hecha para mí, para que la tome y la posea.

Pocas veces, muy pocas, siento esa sensación tan plena. Quiero comenzar a tomarla. No me supone esfuerzo alguno, ni he de planificar ni preparar nada, pues cada paso, cada frase, cada observación fluye de mi interior de un modo natural. Como si hubiera nacido para ese momento, como si ella existiera para ser creada de nuevo en mis manos. Enseguida noto que lo nota. Y noto las dudas, los recelos y el temor ante algo que intuye diferente, grande, ilimitado. El miedo ante un destino que sabe inevitable en manos de otro. Y la excitación que a la vez todo ello le trae, el peso en su vientre, la calma que desaparece y sólo vuelve cuando asume por unos instantes que será lo quiera hacer de ella. La lucha interna, el peso de la razón frente al deseo, el placer frente a lo sensato, la seguridad de lo plano frente al vértigo de los extremos, la quietud cotidiana frente a la fascinación de los momentos que vuelve a imaginar.

Y a pesar de todos los incovenientes, de todas las circustancias que no favorecen, de la locura que le parece volver a dejarse por completo a la disposición del otro, cada vez que piensa en ello la sonrisa ilumina su rostro.

El brillo del lado oscuro que vuelve a traer la luz de nuevo el fondo de su mirada. Y a todo su ser.

viernes, 7 de octubre de 2016

Con alma

Sí, fui demasiado explícito para lo que acostumbro, y no dejé ver casi nada de lo que fluye cuando recuerdo uno de esos momentos especiales. Lo sé. Y lo notó enseguida.

No podía ser de otra forma, pues durante esa tarde maravillosa estaban ambos allí, y vieron lo que no quise dejar ver.

Nunca hasta ahora me había impuesto una censura similar. O mejor dicho, me había escondido detrás de los detalles concretos. Nunca había dejado de lado el aroma del ambiente, la suavidad de la piel, la excitación tranquila del deseo oscuro, la tensión de mil ideas pugnando por tomar de un trago toda esa voluptuosidad incitante, la complicidad a tres sin solución de continuidad, la calma ardiente, la fingida inocencia del gesto que contiene y sujeta la sensualidad desbordante, la disposición fría de la perversión creciente.

Y así, en cada vuelta de la cuerda, en cada gota de cera, en cada azote preciso, en cada descarga suplicada, en cada gota blanca manando del pecho lleno había un retazo de todo aquello, como un beso infinito partido en mil pedazos que se recompone suspiro a suspiro, hasta que se hace el silencio.

Sí, me escondí en un relato sin alma. Y es algo que no se puede tolerar ¿verdad?