miércoles, 22 de febrero de 2017

Cambio

Me siento cambiar.

Más que eso. Me veo cambiar.

El reflejo del espejo, el color de la piel, incluso el sonido de mi voz y el eco de mis pensamientos cambian. El velo gris  que noto en la mirada parece más denso, de un modo físico, palpable, y sin embargo no me oculta ni me protege.

Lo veo, y aunque parece inevitable, no lo es. No en ese modo. O no quiero que lo sea.

Es curioso, mis pulsiones están cada vez más desnudas, son más verdad, y dejan ver aquella parte impenetrable del individuo frío y metódico; la eterna demanda de quienes han compartido el impulso es, ahora que no mira nadie, un hecho.

Quizá he matado cierto misterio, no sé. El atractivo de lo obsceno no es suficiente si no está envuelto en un velo que lo hace tenebroso, incierto, aunque en el fondo se sepa exactamente lo que hay detrás.

Puede que haya perdido el estímulo que me impulsaba de un modo más amplio y como respuesta sea más concreto. También siento que los minutos que quedan no he de malgastarlos en artificios vacuos.

Hay una desconexión indudable. Y lo peor es que, salvo en los instantes de pulsión intensa, ya no me apetece revertirlo. Creo que solo ante otro ser cambiante sentiré de nuevo ese estímulo.

Para mí, definitivamente, es tarde. Al menos hasta que acabe de cambiar.

jueves, 9 de febrero de 2017

sweetness

It brings a second verse

The shape of those nipples betweenmy fingers
The weight of your breast resting on my hands
The look of the sking turned to red
The eyes hidden behind the mess of your hair
The smelt of your sex
The bright dark of your mind following mine
The way your way makes me be
The natural shared hate on the tip of my cane

All that sweetness is on my mind.

do you know i hate you?

Yes, I hate the way you give that charming point to the most explicit scenes.
I hate the perfect shape of those tantalizing nipples
I hate the sensual curves of your full breast
I hate the pale tone of that inviting skin
I hate the red reflections of your hair
I hate you for being so sexual
I hate the way your luscious mind turns me on
I hate the ideas you bring to me just for being in that way
I hate the naturality of your perversion
I hate how smooth your roughness seems

But over it all, I hate that you are thousand miles away from me.
That is what i really hate

Dos palabras

Lo supe en el momento que salieron de mi boca. Quizá antes. Sabía que era un error. Hay cosas que no se deben hacer, ni se deben decir, aunque sean verdad. Pues es cierto, la verdad dicha no tiene remedio.

Aquello provocó la misma determinación en ambos, aunque no en el modo de hacerlo. Se hizo evidente en un instante lo que ya estaba interiorizado, y a partir de ese momento comenzó a quedar reflejado en cada mirada, en cada inflexión de la voz, en cada gesto.

Después, no supe asumir las consecuencias de ello. Puede que al ser el enésimo error concatenado, uno más no pareciera relevante, pero aquel marcó el final. Llegó con posterioridad el canto del cisne, placentero, único e intenso, pero ya con el indeleble sabor de que algo estaba irremediablemente roto y la inevitable bajada a los infiernos.

Es posible que pecara de soberbia, de creerme capaz de manejar cualquier situación y todo sentimiento a mi antojo, tanto propio como ajeno, y había dejado de ser así. Lo hice con anterioridad, y no he vuelto a hacerlo. O no de ese modo. Cuando ahora leo el tenue reflejo de lo que llegué a acometer, a veces me asombra la intensidad que desplegaba. Y sobre todo, la continuidad con que lo hice.

Sin embargo, nada es infinito en el hombre. Y aquel modo excesivo de fluir era insostenible. Supongo que la capacidad sigue ahí, y es posible que exista el estímulo que la haga salir como entonces. O con la fuerza de entonces. Porque si hay algo seguro es que nada será ya como antes. Aunque haya aprendido a callarme esas dos palabras, sin importarme si retumban en lo más recóndito de mi interior.