jueves, 13 de agosto de 2009

Estoy zíngaro

No es una frase cualquiera. Es el grito de guerra de aquellos amigos, en aquella maravillosa película, que exaltaba la diferencia, el sentido del humor, al individuo por encima de la masa, la irreverencia y, sobre todo, la amistad. Divinas locuras, excelsas gamberradas, y la vida tomada seriamente en broma. Estos días lánguidos de agosto, en Madrid, me traen ese espíritu a la mente. No hay prisas, no hay que luchar por el espacio, no hay urgencias, y todo se vuelve más relajado, más cercano. Paseo por sitios y lugares que ahora puedo saborear con calma, y que dentro de 2 semanas volverán a ser un espacio anónimo de transito entre una obligación y otra. Liberado de tensiones cotidianas, surge ese “estoy zíngaro” de lo más hondo del ser. Es entonces cuando cedo a mis deseos, incluidos los más íntimos, y no dejo que nada que no me apetezca me distraiga. Desconcierto a los más cercanos, que me ven “raro”, contento pero no feliz, relajado pero no dócil, ausente pero sin desaparecer., accesible e impenetrable a la vez.......sí , ese estado que solo otro zíngaro puede reconocer y compartir, y que hace que toda frontera sea difusa, y todo lo establecido no vaya conmigo. Si me ves así, querrás preguntarme, pero no lo hagas: no entenderás mis respuestas. En estos momentos, más que en ningún otro, no te sirve ninguna regla y ninguna métrica conmigo.




Simplemente, cuando esté zíngaro, disfrútame