martes, 29 de marzo de 2016

Más allá de lo obvio

Quizá es que nunca te fuiste.
O quizá es que nunca viniste.

Y ahora por fin llegas. Recuerdo alguna de mis llegadas, sobre todo la primera, con algunos axiomas de más,la curiosidad aplastando al temor y el deseo expectante y contenido.

La atracción por aspectos formales y visuales que luego no se correspondían con lo que provocaba las sensaciones, la poco evidente transmutación de la fantasía en deseo tangible. Y el paso del sueño a la realidad, de la imagen a la piel, la decepción de lo obvio y el placer de lo inesperado.

Y la certeza se ser y poder ser, y a ser como jamás se esperó.

Pero para ello, hay que ir y decidir quedarse. Bienvenida.

lunes, 28 de marzo de 2016

Más confianza (aún más adentro)


Ciertamente y aunque a veces soy un poco teatral, no diseñé una desaparación calculada para crear una expectativa y tensión derivada de la ausencia, ni tampoco una suerte de reaparición torera. Simplemente, sentí que mi tiempo para ciertas cosas, tanto por lo que experimento como por lo que me lo hace experimentar, había pasado de modo definitivo.

Es cierto que siempre quedan cabos sueltos, deseos no llegados a consumar, y una reunión imprevista en una improbable tarde de otoño puso en mis manos quizá el único cabo que no iba a poder rechazar. El encuentro con dos espíritus tan afines y tan ajenos a todo aquello que ensucia lo que para mí  y para ellos solo deben ser los más oscuros deseos ha creado una atracción inevitable. Cada nueva oportunidad de coincidir se sitúa en un crescendo de sutil intensidad, pero sin andarse con la ramas. Mariconadas las justas, vamos. Una mezcla de estilo, claridad y tacto. Todo aquello como yo pensaba que debe ser el "modo" de disfrutar de estas prácticas y deseos y que sin embargo tan pocas veces he hallado.

Un mensaje el lunes me avisó de su llegada, y los tiempos cuadraron armoniosamente. Me invitaron a su apartamento, y naturalmente, fui. Al entrar en la habitación me recibieron mis anfitriones con su cálidez y naturalidad acostumbrada, ambos afables, acogedores y perversos. Pues de eso se trata.

La mesa, dispuesta para la cena y la conversación, parecía estar sugiriendo otro tipo de actos. La escalera, detrás, emitía susurros descarados invitando a usarla. Cada cosa a su tiempo. Hablamos del ambiente, de miedos, límites, lugares, deseos, proyectos, disfrutando del momento. Por mi parte, el primer encuentro ya me había despejado de la incomodidad que me producía estar entre tres por primera vez, y ya tengo las referencias suficientes para dejarme ir sabiendo que no piso terrenos inadecuados.

Y el momento llegó, la hora del postre. La orden directa y fluida, sin artificios, y la zorra ocupa su lugar y cumple su función.  El cuerpo ofrecido sobre la mesa fue una fuente continua de inspiración. Las velas daban un toque cabrón (sí, al menos, las ideas que nos indujo tuvieron más de eso que otra cosa) y se conviertieron en el centro de la función. Dar cera, pulir cera, azotar cera, enfriar cera, raspar cera, sepultar cera, desprender cera, dar cera, pulir...en un círculo sin fin, casi infinito, con de la seguridad de cada uno en su condición, y al hilo de lo expresado antes sobre la ausencia de miedo y por tanto de límite. Las indicaciones directas, la piel perfumada, las miradas cruzadas, los ojos cerrados,  el aroma de la velas, el surco del agua helada, la botella de refresco haciendo un guiño al botellón de lubricante, cuatro manos sometiendo un piel que no por entregada no debe dejar de conquistarse cada vez que se toca (divinas pieles son esas, y ¡qué poquitas hay así!). El rato fue intenso, tanto que se hizo necesario un receso para un trago, un cigarro y un respiro.

Pero enseguida salta la chispa otra vez, y la zorra ocupa el lugar bajo la mesa mientras mi anfitrión y yo charlamos y disfrutamos alternativamente de su devota y experta atención. Y llega el turno de la escalera, y una cuerda y más lubricante, y de nuevo la botella, y la mano, y el hielo, y dieron las tantas y se hizo hora de descansar aunque podría haber seguido hasta el amanecer. Pero hay que dejar algo para mañana.