Es sorprendente como los
más inocuos objetos, en las manos adecuadas, se convierten en el
instrumento perfecto para canalizar el flujo de intensidad que es
posible en una relación sadomasoquista. Claro que no es tanto la
herramienta como el ingenio y saber hacer que emanan de una mente capaz,
despierta y preparada. Y que sabe lo que hace, como lo hace y cuando
debe hacerlo.
Hoy tuve una demostración aplicada de todo ello con algo tan simple
como una goma de borrar. Lo que se introdujo como un comentario casual
en nuestra conversación provocó una mirada de respeto reverencial con
un reflejo de temor muy defino, ambos formando un cuadro delicioso y con
consecuencias inevitables.
Así pues, fue inevitable que pidiera ver satisfecha mi curiosidad, y
naturalmente, fui complacido. El acto, de concepción aparentemente
sencilla, encerraba una potencia en su ejecución y consecuencia difícil
de prever. Desde luego, algo al alcance de unos pocos elegidos.
Pude disfrutar, por lo tanto, no sólo de ver satisfecha mi
curiosidad, sino de un momento en el que se condensaron por igual la
esencia del sadismo y el dominio con la profunda necesidad de pertenecer
que nace de lo más profundo de un ser. Y encima, el resultado estético
de esas alitas tan monas es arrebatador.
Pero no fue sólo eso. Mientras veía salir los finos hilos de piel
enrollada provocados por la fricción de la goma, notaba que a su vez
algo se iba también borrando en mi cabeza. Así, toda la quincalla
aparente que se adhiere como morralla inútil a casi cada una de las
imágenes, textos, comentarios y opiniones que inevitablemente se
aprecian al entrar en esta página como resultado de la actividad de la
mayor parte de los usuarios de la misma, se fue poco a poco
desprendiendo de mi mente, arrastrados inevitablemente por cada uno esos
sutiles jirones de piel que iban saliendo acompañados del gemido
esencial que brotaba en un lastimero y a la vez gozoso crescendo de
alguien que una vez dudó de la perversa utilidad de una goma de borrar.
Y es que una vez se vio la luz, los brillos dejan de tener sentido.
Sin embargo, todos esos falsos brillantes jamás sabrán qué hacer con una
goma de borrar. Salvo tratar de eliminar a quien no escribe como ellos.
Gracias, amigo.