Compartir y mejorar. Uno de los cliches del género, junto
con el camino y los merecimientos. Luego en realidad nada de eso ocurre.
Se comparte un modo de obtener placer, una visión de la perversidad, y
un deseo. El resto es literatura, aunque ciertamente se puede dar color a
lo esencial.
Lo esencial, bien guardado. Aunque no tanto. Si no se intuyera esa esencialidad, no habría nada que hacer. Es curioso que un género tan asimétrico y poco convencional requiera de un grado de certeza mutuo suficiente. No ponen las dos partes lo mismo en juego, no hay equidad, y solo quienes lo comprenden se dejan de tanto mito y leyenda a modo de recetario como hay.
No, se da un acercamiento esencial, y cuanto mayor es éste menos importan circustancias y corazas. Hay riesgos, renuncias y traición a los principios en pos de un placer sin igual (pues de eso se trata, de placer a través de mecanismos casi innombrables) No hay realización, crecimiento ni evolución. Hay descubrimiento y poco más. Aunque las revelaciones son tan intensas y profundas que parecen algo más serio. En general, los grandes principios se basan en premisas simples.
Y no deja de ser un ejercicio de perversa complicidad.
No hay nadie más formal que yo, ni más aparentemente correcto que yo, ni más corriente de aspecto que yo. Y nadie, o casi nadie intuye lo que hay detrás. Y así ha de ser. Para disfrutar en privado de ese demoniaco ejercicio celestial.
Lo esencial, bien guardado. Aunque no tanto. Si no se intuyera esa esencialidad, no habría nada que hacer. Es curioso que un género tan asimétrico y poco convencional requiera de un grado de certeza mutuo suficiente. No ponen las dos partes lo mismo en juego, no hay equidad, y solo quienes lo comprenden se dejan de tanto mito y leyenda a modo de recetario como hay.
No, se da un acercamiento esencial, y cuanto mayor es éste menos importan circustancias y corazas. Hay riesgos, renuncias y traición a los principios en pos de un placer sin igual (pues de eso se trata, de placer a través de mecanismos casi innombrables) No hay realización, crecimiento ni evolución. Hay descubrimiento y poco más. Aunque las revelaciones son tan intensas y profundas que parecen algo más serio. En general, los grandes principios se basan en premisas simples.
Y no deja de ser un ejercicio de perversa complicidad.
No hay nadie más formal que yo, ni más aparentemente correcto que yo, ni más corriente de aspecto que yo. Y nadie, o casi nadie intuye lo que hay detrás. Y así ha de ser. Para disfrutar en privado de ese demoniaco ejercicio celestial.