lunes, 14 de agosto de 2017

Demoniaco ejercicio celestial (retazos de un pensamiento atrevido)

Compartir y mejorar. Uno de los cliches del género, junto con el camino y los merecimientos. Luego en realidad nada de eso ocurre. Se comparte un modo de obtener placer, una visión de la perversidad, y un deseo. El resto es literatura, aunque ciertamente se puede dar color a lo esencial.

Lo esencial, bien guardado. Aunque no tanto. Si no se intuyera esa esencialidad, no habría nada que hacer. Es curioso que un género tan asimétrico y poco convencional requiera de un grado de certeza mutuo suficiente. No ponen las dos partes lo mismo en juego, no hay equidad, y solo quienes lo comprenden se dejan de tanto mito y leyenda a modo de recetario como hay.

No, se da un acercamiento esencial, y cuanto mayor es éste menos importan circustancias y corazas. Hay riesgos, renuncias y traición a los principios en pos de un placer sin igual (pues de eso se trata, de placer a través de mecanismos casi innombrables) No hay realización, crecimiento ni evolución. Hay descubrimiento y poco más. Aunque las revelaciones son tan intensas y profundas que parecen algo más serio. En general, los grandes principios se basan en premisas simples.

Y no deja de ser un ejercicio de perversa complicidad.

No hay nadie más formal que yo, ni más aparentemente correcto que yo, ni más corriente de aspecto que yo. Y nadie, o casi nadie intuye lo que hay detrás. Y así ha de ser. Para disfrutar en privado de ese demoniaco ejercicio celestial.

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