sábado, 20 de diciembre de 2014

Siempre queda molestar

"¿Tú sabes por qué esto es así?", le pregunté harto de darle vueltas a aquello.

"Sí, es sencillo, espera y te lo explico."

Tomo una hoja, el bolígrafo, y escribió dos líneas con letras, números y signos varios.

"¿Ves?, es casi inmediato"

Mi cara de asombro motivó en ella una similar, pues comprendió que para mi no era algo tan inmediato. Pero si ambos estábamos allí hablando de aquello, yo tenía que saber entenderlo como ella lo hacía. Pero era evidente que no, que no era capaz.

"Bueno, mira, vamos a desglosarlo por partes", y comenzó a explicar desde la primera línea, utilizando teoremas, propiedades, desarrollos y demostraciones que debía conocer (y por lo tanto tener en la cabeza y saber usar apropiadamente) aquello que en apariencia era tan sencillo.

Un folio y medio después, llegamos a la segunda línea, tan "evidente" ahora. Y tan evidente antes para alguien de su capacidad de análisis, síntesis, memoria, razonamiento, lógica y todo lo que quieras poner, tan superior a la mía. Aunque ambos habiamos hecho méritos para estar donde estábamos, sin duda alguna ella estaba en un plano diferente.

De siempre he sabido que no todos somos iguales, ni somos capaces de ver lo que ocurre no ya del mismo modo, si no de apreciar cosas que otros no ven, ni verán jamás, y que el esfuerzo no es sustituto adecuado y permanente de la capacidad. Que la capacidad de la mente se mueve por múltiples y variados parámetros, y que no todos son homogéneos. Aunque hasta ese día no había coincidido con una mente tan privilegiada como esa desnudas ambas ante un papel y un lápiz.

Por extraño que parezca, no me sentí mal, ni inferior. Simplemente, es así, y es tan absurdo negarlo, como compararse o negarse uno mismo por ello. Tan sólo hay que aceptar que hay cosas que nos están vedadas, y que es de verdaderamente estúpidos no reconocerlo.

Del mismo modo que es de absolutamente estúpidos negar que sea posible para alguien lo que yo no puedo alcanzar, y a veces, ni tan siquiera imaginar. Sin embargo, debe haber un umbral donde algo  tan obvio deja de observarse. Y así, veo, continuamente, y en multiples campos, como los mediocres niegan la mayor. Supongo que en ese umbral se citan la incapacidad intelectual con la bajeza moral, aderezados con el componente de la envidia, algo muy común aquí. Y son lugares en los que reinan los que adoran a la fé y el esfuerzo como la suprema virtud.

Y es que aunque esté todo perdido, siempre queda molestar. Qué pena.