sábado, 26 de noviembre de 2016

La botella en el espejo

No, no me olvido de ti. La botella nos sigue mirando desde el espejo, como queriendo fundirse en el espacio de perversa humedad que creamos.

El frío y la distancia parecía que iban a salirse con la suya, pero no fue así.

"Es Usted malo" , con ojos entornados por enésima ocasión y el ansia frustrada de la promesa de un intenso placer, cortado, una y otra vez, antes del momento de la explosión de gozo.

Pero no era para tanto esa maldad, ¿verdad?

Estuve devorando tu intensidad, y tú misma la recuperaste disfrutando de hacerme disfrutar, hasta hacerme explotar como hacía tiempo que no ocurría.

Sí, disfruté usándote sin más....y disfrutaste siéndolo , sin más. El sencillo placer de sentir que otra manos te manejan a su antojo y no haces nada por evitarlo, pasado el punto de no retorno simplemente, no puedes.

Atras queda el paseo por la estancia, siguiendo obedientemente el dedo que hace de correa, la ofrenda expuesta, las miradas furtivas al espejo, la vibración llena, infernal y casi infinita, el cántico vibrante y el color violeta, tan pleno y marcado en el trazado pérpura sobra la piel. Y de nuevo, esa expresión en el rostro, inequívoca e inevitable.

Ahora, por supuesto, tus sensaciones, mi pequeña zorra. Que ya están ahí.

viernes, 18 de noviembre de 2016

Y llegó el día

Me recibió con una sonrisa, y algo más. La tensión no podía ocultar su naturalidad, aquella que me cautivó desde que tuve noticia de ella. Un primer momento que pese a quedar lejos dejó una impresión de indeleble certeza, el convencimiento de que estaba hecha para mí. Al posar la mano en su cadera sobre el abrigo negro que a duras penas tapaba todo el manojo de sensaciones que parecían devorarla percibí por fin todo aquello que aunque sólo podía haber intuído ya sabía que era así.

Sí, es tal cual se ha mostrado todo este tiempo. A pesar del temor, los nervios y la vergüenza, asoma el descaro sereno y el aroma de zorra que habita bajo su aspecto de niña buena.

Sin duda me delató la sonrisa, aunque sospecho que en ese momento no se dio cuenta. Poco a poco fue sintiéndose mejor, y tomando confianza. Siempre existe el riesgo de que la primera vista ofrezca una sensación opuesta a la que ha provocado el encuentro, pero no fue así. Al contrario, las distíntas imágenes creadas, imaginadas y vistas parecían fundirse poco a poco en una figura cada vez más clara y nítida, delineada con los trazos del deseo interior y perverso que late en el fondo de la mirada.

Pues aunque en ese momento no lo sabíamos, ni tampoco importaba, había una sola mirada que a través de los ojos iba dando forma a la amalgama de estímulo y deseo que brotaba de los dos. Y durante una larga mañana que pareció durar un suspiro fue poco a poco subiendo a la piel toda la intensidad que llevaba semanas gestándose, y la saboreamos sin tiempo ni medida.

Y así pronto acompañaron a la disposición el deseo de complacer, el disfrute de cumplir con ello, el gozo de dar placer, el placer que sólo el dolor de la entrega genera y la humedad  propia de la zorra que emerge al compás de los pequeños rituales de posesión enlazados uno con otro sin solución de continuidad. Al final, una cercanía envolvente (imposible estar más cerca) queda suspendida de esa mirada que ahora sí importa, que condensa toda la fuerza del perverso deseo de posesión que ya, ahora sí, está definitivamente materializado.

En el camino de vuelta, el aroma de su piel impregnado en la mía me envuelve ide un modo casi indecente.  Un aroma que parece decirme que sí, que ahora, por fin, es mía. Y es que aunque estuviera hecha para mí, había de llegar el día. Y supo tan a poco que, inevitablemente, vendrán más.  Es lo que tiene poseer a una deliciosa zorra insaciable con cara de niña buena. Que siempre quiero más.

Y llegó el día....

...tanto tiempo esperado. Aún siento las huellas de sus manos en mi piel. Casi puedo seguir sintiéndolas recorriendome y acariciándome.

Los nervios del comienzo del día fueron duros, he hizo que fueran desapareciendo. Ha sido extraño asociarle en persona a ese ente abstracto que me escribe y dicta órdenes al oído. Tenerle delante y saber que detrás está usted, y la mente perversa que me maneja y que viene a poseer su propiedad.

Sabía que venía a eso, y precisamente eso era lo que me tenía tensa, nerviosa y excitada a la vez. Me ha costado ir dejando caer esos nervios que me tenían en cierto modo bloqueada y que me impedían dejarme llevar como quería. Pero usted ha sabido cómo hacerlo y poco a poco, me ha ido llevando a donde quería. Al punto en el que ha ido asomando la zorrita de mi interior, paso a paso, cada vez más, hasta que ha salido del todo.Y su cara al verla...lo dijo todo. Es en ese punto cuando ya no ha habido retorno, cuando ya no respondo de mí, sólo de usted, mi dueño, y me hizo suya. Fue como usted dijo, "inevitable". Llevada por su voz suave, autoritaria, por sus órdenes. Por todo usted. Disfruté entregándome, y complaciéndole, con la mezcla de dolor y placer que me hacían humedecer. Sentirme suya por completo, abandonándome a las sensaciones que me iba provocando manejada a su antojo.

...pero el tiempo terminó, dejandome la sensación de que simplemente todo acababa de empezar y quería más...y más....como la zorrita insaciable que dice que soy.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Sin dudar

La ventana daba a una calle con varios edificios. Justo el de enfrente estaba casi vacío, pero aún así era fácil que alguien  pudiera ver lo que pasaba tras el cristal. Allé estaba, desnuda, apoyando el pecho generoso en el frío vidrio, arrodillada y con una mano entre las piernas moviéndose vigorsamente.

Le había sido dicho que hiciera lo que estaba haciendo. Trato de evitarlo con una pregunta evasiva, pero la confirmación firme del mandato fue suficiente. Y se subio a la mesa sin dudar.

Pues tiene claro que está destinada a complacer, y obedecer sin dilación es parte de ese destino. Y lo hace.

Siente una vegüenza terrible. También miedo, ese miedo que viene no de lo que le puede pasar si no de saber que es capaz de hacer cualquier cosa que él le mande. Esa falta de voluntad propia le aterra a la vez que nota que le pertenece. No de un modo retórico o literario. Lo siente en su vientre, en cada pensamiento y en cada contracción de su sexo, ahora en permanente estado de humedad.

Vergüenza, miedo y pertenecia que provocan placer, excitación yuna sensación de liberación intensa e inevitable.

La dualidad perfecta de un caracter perfecto. Destinado a complacer. Sin dudar.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Deliciosa sensación

Creo que jamás me cansaré de experimentarla. Notar como poco a poco va tomando forma tangible todo aquello que intuí con anterioridad. Y notar en sus palabras, en el tono de la voz y en los gestos que siente lo que supe que iba a sentir.

Saber antes de que ella lo sepa lo que va a desear, del modo que lo va a desear y en el momento en el que lo va a desear. Y reírme ante lo que en otro entorno, en otras condiciones, sonaría a prepotencia insoportable y sin embargo ahora describe con nítida claridad todo aquello que revuelve su interior y que provoca que mi mirada adquiera el brillo magnético que sólo la contemplación del deseo que brota ahogado entre suspiros incrédulos, excitación y miedo, puede hacer crecer.

Me encanta recordar el pellizco que siento al observar un carácter y saberlo; "es ésta". Me encanta hacerle saber que es ella cuando aún no tiene claro qué le pasa, qué siente, cuando aún las palabras no aciertan a fluir para que pueda explicarme lo que siente a la vez que todas sus sensaciones hablan por ella.

Disfruto adelantándole cada emoción, cada pálpito, provocando su humedad, el rubor, quebrando la voz y controlando el deseo que vibra desde su nuca hasta su sexo. Esa inflamación que acaba por mantenerla todo el día en un estado de semiexcitación al tiempo que su mente siente y acepta que está dejando de obrar siempre según su propia voluntad.

Y llevarla a realizar aquello que le avergüenza de un modo que es imposible sentirse más entregada, generando la necesidad de ir más allá, habilitando la aterradora certeza de que no hay límites y podrá ese aún desconocido, íntimo desconocido, llevarla allí donde no acierta todavía a imaginar.

Además, le gusta. Más que a mí. A pesar del miedo, la perversidad y la distancia. Es imposible estar más cerca.

Y es que lo impensable está por llegar.


Deliciosa sensación

lunes, 24 de octubre de 2016

La piel (dejar de pensar)

Pienso, muchas cosas. Entre otras, hacerte dejar de pensar

Hazlo. Haz que deje de pensar y llegue a ese estado de ingravidez mental que me hace libre, aun con el cuerpo completamente inmovilizado.

La piel es un mero transductor de sensaciones hacia adentro. Y hacia afuera. Sentir que te ves desde lo alto, con tu cuerpo abajo, a un lado, a la vez que notas el peso del vacío en tus entrañas. De dentro hacia afuera.

domingo, 16 de octubre de 2016

Intuición

Me gusta cuando mi intuición me guía. Y me gusta mucho más cuando me hace guiar.

Veo a Alicia cayendo por el agujero con una sonrisa satisfecha.
Deliciosa Alicia. Y deliciosa intuición.

jueves, 13 de octubre de 2016

El brillo del lado oscuro

No recuerdo bien que fue lo que vi. Pues muestra muchas cosas, y casi todas me gustan. Aunque ver un perfil, una página o unos escritos y que me guste casi todo no es tampoco tan excepcional. Hay tantos entornos diseñados exclusivamente para gustar y hacer saber lo estupendo que es quien lo ha creado, sin nada más detrás. Así que hubo algo que me obligó a mirar más despacio, a saber por qué todos los elementos atractivos y dispersos comenzaron a formar parte de un todo que en cada visita se hacía más y más difícil de ignorar.

El lugar se cerraba en pasado, como el testamento de una vivencia increible que su autor veía imposible volver a experimentar, siquiera de modo parecido. Desgranando aquellas líneas, por encima de lo explícito (llega a ser muy, muy explícito, casi gráfico) reconocí ese aroma. El aroma del carácter y condición que me hacen ser lo que muy pocas personas conocen y menos aún han disfrutado junto a mí. El perfume que me provoca la mirada fría, la presencia amplia, el ánimo posesivo, el deseo perverso y el sabor del poder desatándose lentamente. La certeza absoluta de saber que está hecha para mí, para que la tome y la posea.

Pocas veces, muy pocas, siento esa sensación tan plena. Quiero comenzar a tomarla. No me supone esfuerzo alguno, ni he de planificar ni preparar nada, pues cada paso, cada frase, cada observación fluye de mi interior de un modo natural. Como si hubiera nacido para ese momento, como si ella existiera para ser creada de nuevo en mis manos. Enseguida noto que lo nota. Y noto las dudas, los recelos y el temor ante algo que intuye diferente, grande, ilimitado. El miedo ante un destino que sabe inevitable en manos de otro. Y la excitación que a la vez todo ello le trae, el peso en su vientre, la calma que desaparece y sólo vuelve cuando asume por unos instantes que será lo quiera hacer de ella. La lucha interna, el peso de la razón frente al deseo, el placer frente a lo sensato, la seguridad de lo plano frente al vértigo de los extremos, la quietud cotidiana frente a la fascinación de los momentos que vuelve a imaginar.

Y a pesar de todos los incovenientes, de todas las circustancias que no favorecen, de la locura que le parece volver a dejarse por completo a la disposición del otro, cada vez que piensa en ello la sonrisa ilumina su rostro.

El brillo del lado oscuro que vuelve a traer la luz de nuevo el fondo de su mirada. Y a todo su ser.

viernes, 7 de octubre de 2016

Con alma

Sí, fui demasiado explícito para lo que acostumbro, y no dejé ver casi nada de lo que fluye cuando recuerdo uno de esos momentos especiales. Lo sé. Y lo notó enseguida.

No podía ser de otra forma, pues durante esa tarde maravillosa estaban ambos allí, y vieron lo que no quise dejar ver.

Nunca hasta ahora me había impuesto una censura similar. O mejor dicho, me había escondido detrás de los detalles concretos. Nunca había dejado de lado el aroma del ambiente, la suavidad de la piel, la excitación tranquila del deseo oscuro, la tensión de mil ideas pugnando por tomar de un trago toda esa voluptuosidad incitante, la complicidad a tres sin solución de continuidad, la calma ardiente, la fingida inocencia del gesto que contiene y sujeta la sensualidad desbordante, la disposición fría de la perversión creciente.

Y así, en cada vuelta de la cuerda, en cada gota de cera, en cada azote preciso, en cada descarga suplicada, en cada gota blanca manando del pecho lleno había un retazo de todo aquello, como un beso infinito partido en mil pedazos que se recompone suspiro a suspiro, hasta que se hace el silencio.

Sí, me escondí en un relato sin alma. Y es algo que no se puede tolerar ¿verdad?

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Un perfil delicioso

El aspecto de perfil era magnífico. Las manos sujetas a la cadena que ciñe su vientre en un sentido y su sexo en otro, inclinado el torso sobre la mesa sin permitirle que lo apoye, rozándolo apenas con el sensible y violáceo pecho, del cual periódicamente unas manos golosas extraen blancas gotas de dulzura viscosa entre espasmos de satisfecho dolor que aumenta la presión que el cordón de color nazareno ejerce sobre su base en un abrazo de firme y plena penitencia.

Sí, es un perfil magnífico. Además, poco a poco va perdiendo la energía que le hace mantener la posición y los pezones rozan ya la mesa, preludio que le llevará a descansar completamente sobre ella, cambiando el dolor desde los abdominales y la tensión de la espalda hasta las dos masas atrapadas que servirán de punto de apoyo no deseado pero imposible de rechazar. Mientras eso ocurre, ora un mosaico de gotas negras y rojas van tapizando su espalda, ora unos azotes tratan de llevar el mismo tono que adorna la piel del pecho a las nalgas, lo que provoca que el tronco siga bajando, y aterrice a veces, sacando los suspiros que tan gustoso suplicio provoca.

Además, no para de hablar. Nadie le pregunta, pero responde. Quizá una clase de cálculo elemental sea el remedio para que sólo se llegue a oír el único sonido que se espera de tan delicioso cuadro. Un elemento casi invisible, a modo de liga perversa, está fijo en uno de los muslos es la herramienta elegida. En otras manos, un pequeño mando con varios botones numerados sirve de palanca para el toque final. Pulsa el número uno y se corta de inmediato la incontinencia verbal por unos instantes, a la vez que pega un respingo y cae pesadamente sobre la mesa, con una expresión de derrota. Una súplica sincera sale de los labios, como una oraión. Pero no se calla, y llegan más toques a otros números que provocan una reacción más intensa cuan mayor es la cifra. Dos, dos, uno, dos, e incluso un tres, traen un murmullo implorante mientras el dolor le impide ya levantarse. Se ha desplomado sobre la mesa, aplastando el pecho ya sin poder evitarlo, de tal modo que siente que todo su cuerpo está siendo torturado sin que parezca haber final.

Lo hay, claro, sólo ha de callarse. Y tras practicar unas cuantas sumas con esa calculadora infernal, consigue hacerlo. No hizo falta llegar al cinco. Y no, no habría habido rima, precisamente. Sigue teniendo un perfil precioso. Del pelo cuelga el cordón de cuero que ha servido para estimular la producción de esas pequeñas gotas blancas que salen de sus pezones y que va a hacer que durante los próximos días sienta que la talla de sus sostenes se ha reducido drásticamente.

Eso sí, el perfil no dejo de ser delicioso en ningún instante.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Pasado

Tengo una relación creo que normal con mi pasado. Como a casi todo el mundo, me sirve de referencia, de fuente de agradables sensaciones, momentos tristes, y catálogo de experiencias para recordar, tener en cuenta o tratar de olvidar.

Hay episodios que me encantaría vivir mil veces, otros que aún me sacan los colores a la menor evocación. Los hay que fueron omnipresentes en la memoria cotidiana y ahora apenas recuerdo, y brotan con fuerza otros que en su día no parecían tener nada que los hicieran dignos de tenerse en cuenta en el futuro. Todos ellos, además, en mayor o menor medida, son resultado de mis actos, o de la falta de ellos. Son pocos, muy pocos, aquellos que surgieron sin que por mi parte hubiera una relación u acción directa, más allá de los que son resultado del devenir natural de una vida.

Y luego están las rémoras que se cruzaron contigo en algún instante desafortunado y no te dejan jamás. Son como ese miembro gorrón del grupo de amigos al que nunca hiciste caso ni tienes en estima y que sin embargo, con los años, sigue acordándose periódicamente de ti y apareciendo en tu vida sólo para tocar los cojones. Bueno, eso es la sensación que provoca, imagino que en su cabeza (en cierto modo enferma y obsesiva, por mucho que a él su comportamiento le parezca natural y hasta inteligente) su ánimo será diferente, o puede que no, da igual. El caso es que no sé si es por que se aburre y no tiene nada dentro que mirar, sólo tiene razón de ser metiéndose donde no le llaman. O simplemente es un tarado incapaz de toda relación y vuelca su hueca estupidez en una brillante y vacía bilis dialéctica sobre otros a quienes no les importa si vive o muere hasta que no sienten su fétido aliento sobre ellos de vez en cuando.

Cuando algo así entra en tu vida es muy difícil apartarlo. Es una garrapata emocional mentirosa, manipuladora y envidiosa (siendo unas emociones tan pútridas las que salen de un interior que se me antoja muerto) que va saltando de lomo en lomo (o de personaje en personaje, en este caso) dejando su impronta en romper todo aquello que se parece a lo que es incapaz de conseguir y su aroma de "porque yo lo valgo". Y si encima se da el caso de que se mete a enredar en aquello que es incapaz no ya de sentir, si no de comprender siquiera, tengo delante a uno de los especímenes más desagradables y abyectos que uno se pueda encontrar. Cree saber, y juzga sin conocer.

No vale ni para razonar ni "pa un coño". Sólo para incordiar, con una vida miserable y mostrando una imagen que no se corresponde con su anodino presente. Espero que se aburra pronto y pase al siguiente. Que por cierto, a lo largo de los años que tengo noticia de su existencia, tiene donde escoger. Como los perros de Tíndalos, su nausebundo olor se aproxima por las aristas de su propia decrepitud, emponzoñando todo lo que toca. Es como si no le bastara con su propia miseria, y altruistamentese se empeña en verterla hacia los demás.

Por mi parte, quizá sea mejor dejar todo el pasado donde está. Aunque haya partes que podrían tener un color diferente ahora, si se diera el caso, el entorno no dejará que pueda brillar. Y ya veo que por mucho que pase el tiempo, así será.

domingo, 21 de agosto de 2016

Trivialidades ante un cuerpo voluptuoso

Lleno de curvas. Y abierto a cualquier proposición.

Curvas se llevan bien con cuerdas y palas. Ya sé que resulta trivial, pero quise ceder al primer impulso.

Me gusta poseer, sin embargo hay algo en ti tan lúbrico, tan carnal, que me invita a recorrer tu cuerpo despacio, con la punta de los dedos, reconocerlo milímetro a milímetro, con calma, en una especie de disección sensitiva.

Y una vez conozca como reacciona cada rincón de tu piel y como se trasluce eso en tu mirada, comenzar a poseerte, a penetrar en tu interior, buscando en tus miedos y tus deseos, revolviéndolos juntos con la humedad y el calor que a esas alturas serán inevitables invitados.

Una posesión de fuera hacia adentro. Sí.

Aunque suene trivial

viernes, 19 de agosto de 2016

¡Como me va a poner!

"Tus susurros me han dejado muy caliente"

Hace unos meses que me dio la buena noticia. Algo que ha esperado mucho tiempo, y que al pensar en ello me hace compartir la alegría que envuelve su vida. Es tan agradable sentir como se contagian, aunque sólo sea por un instante, los momentos de dicha.

Hace también años que nos conocemos. No todo fueron rosas para ella. Y al principio chocamos tanto. Sin embargo, siempre ha habido una complicidad especial. Bastan dos palabras para que una conversación corriente se convierta en una intercambio de susurros a media voz y excitación creciente.

"Pues a mí me ha puesto que te pongas, chica mala"

Desde luego que me pone. Es algo mutuo, y se da con tanta facilidad. Me cuenta como se siente por el embarazo, sus miedos, los cambios que va sientiendo, como la cuidan y se deja cuidar al tiempo que me muestra en una foto tersa y morena ("Uhhm, que barriguita tan deliciosa. Y sí ya veo que has subido de talla"). Inevitablemente, la conversación acaba con la voz baja que tan familiar es para los dos

"Me voy a duchar. ¿Cómo te pone eso? Sí, muy muy mala"

A pesar de que no todos los cambios de su cuerpo le gustan, hay uno que a mí me encanta. Pensar en su hermoso pecho aún más lleno, y los pezones deliciosos siempre marcados y sensibles ("Están todo el día sensibles" me dijo) acariciados por el agua caliente, dibujando la aureolas aún más oscuras, resbalando por su  plenitud carnal creciente, plena hasta que se deslizan por su vientre, esa incipiente y preciosa barriguita y sigue su camino entre los pliegues de su sexo, también ya más sensitivo y probablemente húmedo desde antes de abrir el grifo.....¡cómo me va a poner!

"Pues saber como notas el agua besando las aureolas cada vez más oscuros y sensibles....me pone, pequeño zorrón, me pone"

Pues sí, así me pone. Y que dure.

martes, 16 de agosto de 2016

Sobre esa mesa

El lugar es relativamente reservado. La mesa en una esquina, a salvo de miradas indiscretas, dominando el local, da la necesaria privacidad. El día es caluroso, denso y pausado más allá de las cristaleras, y no hay un alma por la calle. Dentro, en una penumbra cómplice, el ambiente es relajado, fresco, y tranquilo por el momento. Y en apariencia no va a dejar de ser así. Ante mí la mesa de madera, sencilla, tiene una aspecto absolutamente corriente, muy alejado del papel de ara primigenia que en mi mente va tomando forma. Pues ahí, sobre la esa mesa, se ha de poner en breve la ofrenda que va a dar sentido a nuestro particular ritual.

Porque sí, algo de rito tiene el modo en el que se ha ido conformando el encuentro, desde las primeras letras y elogios mutuos, hasta alcanzar el punto de crear una particular ceremonia del deseo. Y es que de eso se trata, de poner fantasía, complicidad y deseo, todo junto sobre la mesa y volcarlos sobre la piel.

Veo una figura que ser recorta al trasluz bajo el dintel de la puerta, y unos ojos que tratando de acostumbrarse a la luz del lugar me buscan. Dejo que averigüe donde estoy, y no tarda más de diez segundos en hacerlo. Se acerca sonriente y con paso seguro se pone a mi lado mientras saluda con la mirada, sin decir nada. Viene vestida como en aquella foto que me mandó, lista para trabajar. Con un toque de provocación sin perder la elegancia. Veo que se fija en la vela y pierde algo de la seguridad que trae, a la vez que la sonrisa se hace más evidente. Y es que la vela está sobre la mesa, como cabía esperar.

La invito a sentarse a mi lado, con una indicación clara; debe hacerlo sobre el borde de la silla para quitarse la ropa interior que lleva y después abrir bien las piernas. Es algo que espera, pues sus ojos no parecen traslucir sorpresa, o no dejan que la vea. Una vez se saca la prenda le digo que la doble y la ponga encima de la mesa, como si fuera una servilleta, y llamo al camarero. Mientras se acerca, le indico que se ponga de pie con las piernas abiertas, tome el encendedor que le ofrezco y comience a encender la vela mientras nos toman nota de lo que vamos a pedir.  Su falda cae por debajo del borde de la mesa, lo que me permite meter la mano entre sus muslos y jugar con los pliegues calientes y húmedos que poco a poco se van mojando más y más. Trata, ahora nerviosamente, de encender la vela, mientras nos preguntan que vamos a tomar. No sabe a dónde atender, si a lo que parece la rueda infernal del mechero que no puede girar, a la mirada discreta del camarero sobre sus bragas dobladas sobre la mesa, a la pregunta de que desea tomar (su deseo ahora está tan alejado de lo que ese hombre con la libreta en la mano le puede traer) o a la mano que no para de jugar con su sexo y hace que su excitación crezca exponecialmente entre la caricia y la situación.

"Traíganos dos refrescos de limón. Muy fríos, con mucho hielo, por favor"

Agradece internamente no tener que hablar, y acierta a encender la vela mientras saco la mano de entre sus piernas y acaricio suavemente su mejilla mientras se sienta. Nota mis dedos viscosos y su propio olor, tan cerca, y mira fijamente a la llama, pensando que será lo siguiente.

"Luego vamos a ir a un restaurante que hay aquí cerca. He traido estos cubiertos para usarlos y que luego te los lleves de recuerdo" le digo mientras dejo una cajita con unos palillos chinos lacados a la vez que su boca busca mis dedos.

"Pero antes, hemos de acabar los refrescos." Y es que sobre la mesa descansa, entre los palillos, la vela y las bragas, un vaso lleno de hielo. Desde luego, no hay mesa como aquella, tan dispuesta para la ofrenda del deseo. Ni probablemente la vuelva a haber. O sí, quién sabe ¿verdad?

martes, 12 de julio de 2016

Al final no era verdad

Le escribo a alguien

"Refinamiento por un lado. Dolor por otro.

Lo elaborado frente a lo primario.

Me gusta el estilo. Lo demando. Y sin embargo detesto aquello que suple la naturalidad con lo complejo. Aunque sea para crear un momento.

Mas me agrada tanto crear momentos desde la fluidez.

Pareces diferente. Además, no te cortas al proclamarlo, aunque sea implícitamente. Tras esa exquisitez late descarnadamente lo primario.
Quizá sea el dolor, sí.

Quiero ....."

Bueno, lo que quiero no es relevante. Y me responde :

"Me encanta lo que me has escrito.... La gente se fija en las fotos sin más ...."

Vaya (pensé), alguien que además de estilo, ve más allá.

Y no era verdad.

domingo, 10 de julio de 2016

Pureza entre extremos

Veo en una esquina las formas, enmarcadas en blanco y negro. El pelo recogido, siguiendo la continuidad de las curvas, tan fluídas que recuerdan a las reglas de dibujo de formas tan extrañas que usaba en el colegio. El ambiente es denso, tormentoso, fresco y mientras suena la melodía desgarrada y torrencial de fondo, se compone un cuadro diferente, extremo, dentro de la aparente normalidad.

Las nubes cargadas, oscuras, enredadas con el sonido tórrido, las formas voluptuosas y serenas, el aire revuelto y fresco, generan una amalgama con una química especial. Una química que nadie a mi alrededor parece observar, absortos y concentrados en salir los primeros del semáforo, del metro, en la parada del autobús, en el quiosco o en el bar. La absurda competencia de la ciudad por no perder un segundo choca con ese océano de calmas intensas que confluyen a través de mi mirada.

Girl in black, tortuosa, visceral, al ritmo de una mañana con color otoñal, me trae un reflejo de desespero vagando el ocaso por las calles de París como una alegoría mía, al tiempo que el frescor del aire del Retiro hoy no trae el acostumbrado sabor dulzón de las mañanas calurosas, aplacando en parte la sensación de esa inevitable descomposición que el paso de cada día modula imperceptiblemente, al tiempo que se esbozan los estragos que desembocan en una figura ya casi ce patriarca varado. Por delante de mí pasa una mujer imponente, espléndida, a la que la falta de estilo con ese inapropiado vestido de veinteañera le hace mostrar de un modo más acusado las diferencias entre lo que fue y aún infantilmente pretende ser.

Suspiro, aliviado, de saber que mi decadencia no está subrayada por la negación de querer ser lo que fui. Aunque en esencia, en pura esencia entre extremos, el brillo de la mirada a veces me diga que sí.

jueves, 7 de julio de 2016

Pureza entre extremos

Veo en una esquina las formas, enmarcadas en blanco y negro. El pelo recogido, siguiendo la continuidad de las curvas, tan fluídas que recuerdan a las reglas de dibujo de formas tan extrañas que usaba en el colegio. El ambiente es denso, tormentoso, fresco y mientras suena la melodía desgarrada y torrencial de fondo, se compone un cuadro diferente, extremo, dentro de la aparente normalidad.

Las nubes cargadas, oscuras, enredadas con el sonido tórrido, las formas voluptuosas y serenas, el aire revuelto y fresco, generan una amalgama con una química especial. Una química que nadie a mi alrededor parece observar, absortos y concentrados en salir los primeros del semáforo, del metro, en la parada del autobús, en el quiosco o en el bar. La absurda competencia de la ciudad por no perder un segundo choca con ese océano de calmas intensas que confluyen a través de mi mirada.

Girl in black, tortuosa, visceral, al ritmo de una mañana con color otoñal, me trae un reflejo de desespero vagando el ocaso por las calles de París como una alegoría mía, al tiempo que el frescor del aire del Retiro hoy no trae el acostumbrado sabor dulzón de las mañanas calurosas, aplacando en parte la sensación de esa inevitable descomposición que el paso de cada día modula imperceptiblemente, al tiempo que se esbozan los estragos que desembocan en una figura ya casi ce patriarca varado. Por delante de mí pasa una mujer imponente, espléndida, a la que la falta de estilo con ese inapropiado vestido de veinteañera le hace mostrar de un modo más acusado las diferencias entre lo que fue y aún infantilmente pretende ser.

Suspiro, aliviado, de saber que mi decadencia no está subrayada por la negación de querer ser lo que fui. Aunque en esencia, en pura esencia entre extremos, el brillo de la mirada a veces me diga que sí.

jueves, 30 de junio de 2016

Caídas

Cedo al deseo,
permito que lo incorrecto me tiente,
a veces no hago nada para no hacer lo que no debo,
cometo locuras remediables, por el momento.

Me dejo llevar, me justifico,
estoy perfectamente excusado por mi lado cínico,
El encanto me puede, el estilo me estimula,
la perversidad me excita, el calor me pone...

Caigo, una y otra vez, deshonestos con los principios de mi yo visible y absurdamente fiel al yo intenso.

Y es que me dibujaron así .

Ahora, toma el pincel y pon tu trazo.

martes, 29 de marzo de 2016

Más allá de lo obvio

Quizá es que nunca te fuiste.
O quizá es que nunca viniste.

Y ahora por fin llegas. Recuerdo alguna de mis llegadas, sobre todo la primera, con algunos axiomas de más,la curiosidad aplastando al temor y el deseo expectante y contenido.

La atracción por aspectos formales y visuales que luego no se correspondían con lo que provocaba las sensaciones, la poco evidente transmutación de la fantasía en deseo tangible. Y el paso del sueño a la realidad, de la imagen a la piel, la decepción de lo obvio y el placer de lo inesperado.

Y la certeza se ser y poder ser, y a ser como jamás se esperó.

Pero para ello, hay que ir y decidir quedarse. Bienvenida.

lunes, 28 de marzo de 2016

Más confianza (aún más adentro)


Ciertamente y aunque a veces soy un poco teatral, no diseñé una desaparación calculada para crear una expectativa y tensión derivada de la ausencia, ni tampoco una suerte de reaparición torera. Simplemente, sentí que mi tiempo para ciertas cosas, tanto por lo que experimento como por lo que me lo hace experimentar, había pasado de modo definitivo.

Es cierto que siempre quedan cabos sueltos, deseos no llegados a consumar, y una reunión imprevista en una improbable tarde de otoño puso en mis manos quizá el único cabo que no iba a poder rechazar. El encuentro con dos espíritus tan afines y tan ajenos a todo aquello que ensucia lo que para mí  y para ellos solo deben ser los más oscuros deseos ha creado una atracción inevitable. Cada nueva oportunidad de coincidir se sitúa en un crescendo de sutil intensidad, pero sin andarse con la ramas. Mariconadas las justas, vamos. Una mezcla de estilo, claridad y tacto. Todo aquello como yo pensaba que debe ser el "modo" de disfrutar de estas prácticas y deseos y que sin embargo tan pocas veces he hallado.

Un mensaje el lunes me avisó de su llegada, y los tiempos cuadraron armoniosamente. Me invitaron a su apartamento, y naturalmente, fui. Al entrar en la habitación me recibieron mis anfitriones con su cálidez y naturalidad acostumbrada, ambos afables, acogedores y perversos. Pues de eso se trata.

La mesa, dispuesta para la cena y la conversación, parecía estar sugiriendo otro tipo de actos. La escalera, detrás, emitía susurros descarados invitando a usarla. Cada cosa a su tiempo. Hablamos del ambiente, de miedos, límites, lugares, deseos, proyectos, disfrutando del momento. Por mi parte, el primer encuentro ya me había despejado de la incomodidad que me producía estar entre tres por primera vez, y ya tengo las referencias suficientes para dejarme ir sabiendo que no piso terrenos inadecuados.

Y el momento llegó, la hora del postre. La orden directa y fluida, sin artificios, y la zorra ocupa su lugar y cumple su función.  El cuerpo ofrecido sobre la mesa fue una fuente continua de inspiración. Las velas daban un toque cabrón (sí, al menos, las ideas que nos indujo tuvieron más de eso que otra cosa) y se conviertieron en el centro de la función. Dar cera, pulir cera, azotar cera, enfriar cera, raspar cera, sepultar cera, desprender cera, dar cera, pulir...en un círculo sin fin, casi infinito, con de la seguridad de cada uno en su condición, y al hilo de lo expresado antes sobre la ausencia de miedo y por tanto de límite. Las indicaciones directas, la piel perfumada, las miradas cruzadas, los ojos cerrados,  el aroma de la velas, el surco del agua helada, la botella de refresco haciendo un guiño al botellón de lubricante, cuatro manos sometiendo un piel que no por entregada no debe dejar de conquistarse cada vez que se toca (divinas pieles son esas, y ¡qué poquitas hay así!). El rato fue intenso, tanto que se hizo necesario un receso para un trago, un cigarro y un respiro.

Pero enseguida salta la chispa otra vez, y la zorra ocupa el lugar bajo la mesa mientras mi anfitrión y yo charlamos y disfrutamos alternativamente de su devota y experta atención. Y llega el turno de la escalera, y una cuerda y más lubricante, y de nuevo la botella, y la mano, y el hielo, y dieron las tantas y se hizo hora de descansar aunque podría haber seguido hasta el amanecer. Pero hay que dejar algo para mañana.