lunes, 14 de noviembre de 2016

Sin dudar

La ventana daba a una calle con varios edificios. Justo el de enfrente estaba casi vacío, pero aún así era fácil que alguien  pudiera ver lo que pasaba tras el cristal. Allé estaba, desnuda, apoyando el pecho generoso en el frío vidrio, arrodillada y con una mano entre las piernas moviéndose vigorsamente.

Le había sido dicho que hiciera lo que estaba haciendo. Trato de evitarlo con una pregunta evasiva, pero la confirmación firme del mandato fue suficiente. Y se subio a la mesa sin dudar.

Pues tiene claro que está destinada a complacer, y obedecer sin dilación es parte de ese destino. Y lo hace.

Siente una vegüenza terrible. También miedo, ese miedo que viene no de lo que le puede pasar si no de saber que es capaz de hacer cualquier cosa que él le mande. Esa falta de voluntad propia le aterra a la vez que nota que le pertenece. No de un modo retórico o literario. Lo siente en su vientre, en cada pensamiento y en cada contracción de su sexo, ahora en permanente estado de humedad.

Vergüenza, miedo y pertenecia que provocan placer, excitación yuna sensación de liberación intensa e inevitable.

La dualidad perfecta de un caracter perfecto. Destinado a complacer. Sin dudar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario