domingo, 7 de noviembre de 2021

Quiebro doble

Me entregó la cosecha de este año. Una docena de finas varas, flexibles, pulidas, frescas, hambrientas. Aún con el aroma a campo, desbastadas y listas para su uso.

Percibí una sonrisita inadecuada, mientras ponderaba la manufactura cuidadosamente elaborada del mango. Un trabajo minucioso y bien acabado, para un objeto de vida efímera.

Sonrió casi presuntuosamente. Como tantas otras veces. Pero hoy, la vara me inspiró. O quizá me puso en mi lugar, conminándome a hacer lo propio con ella. Así que tuvo que ofrecerme sus nalgas y espalda desnudas. Mientras jugueteaba con cierto desdén delicado dibujando trazos invisibles ponderaba la magnitud de lo que se avecinaba. Y en un infinito crescendo, la fina e inanimada vara cobró vida, y comenzó a reclamar su tributo en piel. Con suavidad y firmeza, a ritmo marcado e intensidad en constante aumento.

La sonrisa despareció, también la relajación, y la tensión crispada de los puños cerrados se envolvía en un suspiro profundo que pronto devino en un leve lamento. Noté con claridad como esperaba que cada golpe fuera el último, el desánimo que le invadía al recibir el siguiente, así hasta que el lamento se convirtió en quejido, posteriormente en rugido y finalmente en llanto.

Llanto con sonido a quiebro. Paré. Tomó aire. Mientras acariciaba la superficie ahora caliente, estriada por los impactos, noté que volvía en sí.

Ya recuperada, asomó de nuevo una sonrisa, esta vez sin asomo de presunción, y cierto relajo mientras se incorporaba.

“¡Qué cabronazo es Usted, Señor!”, pude escuchar.

“No has aprendido nada”, pudo oír, sin acabar de comprender el fondo de la frase.

“Ponte boca abajo de nuevo”, mientras hacía oscilar la vara entre mis dedos. La súplica de sus ojos decía que por fin entendió, y mientras retomaba la posición, ahora absolutamente tensa , y plena de aflicción mientras el sonido de la saeta cortando el aire le adelantaba lo que de nuevo iba a poder disfrutar.

Encaje

Sí, lo sé.
Sé que nunca voy a encajar.
Quizá por eso desdeño lo social.
Ni aunque encuentre el hueco perfecto, pues mi forma tiende a cambiar cuando aparece el lugar adecuado.
El sueño eterno de la incomodidad perpetua.

Aún así, el saberlo me tranquiliza.
No tiene sentido luchar contra lo inevitable.
De ese modo, aunque no pueda dejarme llevar, tampoco me desgasto yendo contra ello.
Un curioso equilibrio, aunque suficiente.

Eso no me hace débil. Como mucho, ininteligible en ocasiones.
Que tampoco es un drama, al contrario.

Mostrarse

Mostrase no significa ser explícito. Es algo que se suele confundir. Y aceptar la dictadura de los que no saben mirar conlleva renunciar a sugerir, incitar y matizar.

Lo plano es para los incapaces, ¿no crees?

Bastante hay con soportar el mundo de los seres de cristal.

lunes, 1 de noviembre de 2021

Tópicos. I.

“Porque yo lo valgo”
“Se tiene que merecer mi...”

La ostentación de la dignidad y el orgullo son el disfraz de los mediocres y los incapaces.