jueves, 25 de mayo de 2017

La pija se va de fiesta

"Me toca ponerme pija luego que tengo una cena de gala"

 Estoy sentado, en una de esas sillas tan aparentes, esperando. La estancia está en penumbra , y hay una luz detrás de mí, que dibuja el contorno.
Miro a la escalera, por la que vas ya bajando, vestida para esa cena de gala, una pija....¿Fuera de lugar?
No, no creo. Y mientras bajas se oye el taconeo, casi nervioso, que oculta el rumor de las perlas al chocar entre ellas.
Miras, ves la figura, y la pija deja de estar fuera de lugar.
En ese lugar que conocemos ambos, un sótano....encantador

"voy a llevar un vestido ajustado negro con brillantes negros en los hombros, mangas tres cuartos y unos tacones de seda rosa claro con apliques de encaje negro"

Te imaginé con el vestido negro ajustado, marcando tus formas.
El collar cuelga de tu pecho. Y no es el único lugar del que se me ocurre hacer que lo haga.

"no llevare collar... jajajja
solo pulsera y un anillo"

En la mesita a mi lado hay una cubierta con hielo y dentro una botella, con dos copas altas al lado.
Una de mis manos descansa junto al borde metálico, casi helado, y un dedo juguetea dibujando sobre el frío, mientras te acercas.

La otra descansa sobre el antebrazo de la silla, y al moverse hacia afuera rompe la silueta de la figura que aún no distingues al contraluz. Al separar los dedos, comprendes que te están indicando que te sitúes en ese lugar, sin necesidad de decir nada.

"me situo en el lugar indicado y espero..."

Con otro gesto entiendes que has de separar las piernas. El vestido ceñido te impide hacerlo con comodidad, pero las abres, sintiendo la tensión de la tela sobre la propia que te mace de dentro. La mano colgante dibuja el contorno de la pierna mas cercana, dejando un leve rastro sobre la piel al ir subiendo lentamente.

Desaparece bajo el vestido, mientras las perlas suben y bajan al ritmo de una respiración cada vez más sincopada y profunda.

El invasor, ya oculto bajo la capa negra que lo oculta, ha llegado a la zona en que la carne se pliega lascivamente, y se detiene al tiempo que una voz por primera se hace notar:

- Demasiado caliente. Era de esperar. Pero el calor no le va bien a las perlas, acaba estropeándolas ¿verdad?

No dice nada, tan solo asiente, imaginando lo que va a ocurrir. Un leve gesto le hace saber que debe subir un poco la falda, lo justo para abrir algo más las piernas y sus muslos dejen de tocarse. Una vez hecho, nota como el dedo inquisidor aparta la ropa interior, mientras se oye un sonido procedente de la cubitera.

-Acércate

Baja su boca hasta la piedra fría y goteante que arranca destellos a los rayos de luz que inciden en ella, y la intrduce en ella, empapándose de su frescor. Pronto le indica que la devuelva, y pasa a la mano que la toma suavemente, y va al encuentro de la otra, que mantiene la entrada despejada.

-Ahora su temperatura será la adecuada

Al tiempo, nota como el frío parece aumentar la temperatura del cálido hueco que recibe al refrescante intruso, mientras un escalofrío que parece nacer de lo más hondo de su vientre atraviesa su sexo para subiir sin piedad alguna por su espalda, haciéndola temblar.

Un segundo cubito sigue a éste, y un tercero, provocando una amalgama de sensaciones mientras permanece allí de pie, esperando algo más.

-Creo que ya está preparado. Puedes quitarte el collar

Y mientras el agua baja por su muslos dejando su fresco trazo, la mano extendida espera para recoger las vueltas de perlas que en breve encontrarán un lugar distindo desde el que lucir.,

jueves, 4 de mayo de 2017

Smile

El espejo. Una vez más.

Miedos. Internos, privados. Nada que ver con lo que pueda pasar. La certeza de estar en buenas manos es firme. El ¿dolor? es interior, personal. El miedo a una sonrisa delatora, inevitable, cómplice. El miedo a irradiar el placer iniciático, ese que brinda la ceremonia que está a punto de empezar.

Tranquilidad e inquietud, en planos paralelos, mezclados ante el momento, ese que ha sido largamente esperado.

Piel, aroma, sentidos, deseo....arranca el sacrificio, allí, ante el espejo. Placer callado, gritos en el vacío que mueren nada más nacer para engendrar al siguiente, sin ojos, velados y vueltos hacia dentro, sin poder saborear las imágenes del bautismo pagano que provoca una humedad limpia e intensa.

Suspiros callados, alguno que sale, y la tensión se disuelve en mil y un estímulos inesperados pese a haberlos soñado casi eternamente. Fluye, gime, se retuerce. Y finalmente, la luz de la vista le regala su imagen.

La imagen.

Bella, eterna.

Para siempre.



Esa imagen. Y una sonrisa, también complice, pero consigo misma. Y ya no hay miedo. No. Ahora, es tiempo de más.

Y hay más. Mucho más. Simplemente, es ella, sonriendo ante el espejo.