jueves, 4 de mayo de 2017

Smile

El espejo. Una vez más.

Miedos. Internos, privados. Nada que ver con lo que pueda pasar. La certeza de estar en buenas manos es firme. El ¿dolor? es interior, personal. El miedo a una sonrisa delatora, inevitable, cómplice. El miedo a irradiar el placer iniciático, ese que brinda la ceremonia que está a punto de empezar.

Tranquilidad e inquietud, en planos paralelos, mezclados ante el momento, ese que ha sido largamente esperado.

Piel, aroma, sentidos, deseo....arranca el sacrificio, allí, ante el espejo. Placer callado, gritos en el vacío que mueren nada más nacer para engendrar al siguiente, sin ojos, velados y vueltos hacia dentro, sin poder saborear las imágenes del bautismo pagano que provoca una humedad limpia e intensa.

Suspiros callados, alguno que sale, y la tensión se disuelve en mil y un estímulos inesperados pese a haberlos soñado casi eternamente. Fluye, gime, se retuerce. Y finalmente, la luz de la vista le regala su imagen.

La imagen.

Bella, eterna.

Para siempre.



Esa imagen. Y una sonrisa, también complice, pero consigo misma. Y ya no hay miedo. No. Ahora, es tiempo de más.

Y hay más. Mucho más. Simplemente, es ella, sonriendo ante el espejo.

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