viernes, 10 de abril de 2015

Nuevas maneras

No sé si he llegado a ellas por puro hartazgo. Supongo que no sólo por eso, aunque tenga algo que ver. Desde luego, hay actitudes que ya no soporto. Ni un minuto. Puede que la sensación de no necesitar expresamente nada sea más tajante que la del deseo indeterminado.

Pues hay deseo. Pero ya no lo canalizo del mismo modo. Siempre he buscado ese toque diferente en toda aquella con quien jugar. O mejor dicho, sólo jugué cuando sentía esa diferencia. Y, como en aquellos principios, no es algo que marque el físico, o el atractivo estético. Es curioso, pero hay dos momentos esenciales tras verificar una complicidad intelectual. Uno es el del contacto visual, ojo contra ojo. Sigo sabiendo en ese momento si es que sí o que no, aunque las apariencias marquen otra cosa. El otro es el del roce de la piel. Cada vez me dice más la piel. Y creo que mi piel dice también cosas que antes se callaba. La punta de los dedos, el fondo de la mirada y la complicidad de las palabras, como una trinidad pagana que invita a fluir los pensamientos estigmatizados, eliminando fronteras invisibles con la sutileza elegante de la naturalidad en las situaciones excepcionales y extrañas.

El caso es que notaba el aburrimiento, pero no le ponía remedio. He tratado incluso de darme la vuelta por completo, volverme del revés, pero hay cosas que no se hacen de un día para otro. Sin embargo, el experimento me ha permitido darme cuenta de donde se halla la esencia que creía ya que era un mero engaño de mi imaginación.

Existe. Y ¡es tan familiar! y sobre todo, estaba tan cerca. Pero claro, quien no mira, no ve, y no lo hacía. Tuve que desdoblarme por partida triple, hacer trocitos homogéneos de un yo caleidoscópico y lanzarlos a la aventura, cada uno sin mezclas en su pretendida pureza.

El resultado no ha sido sorprendente. Quizá haya causado más sorpresa en algunas personas, pero cada día lo veo más claro. Y me gusta. Aunque ahora tenga los trozos separados. Sé que se pueden unir, aún a riesgo de provocar una mezcla demasiado intensa. Pero eso no va a ser mañana. Ahora toca gozar de cada yo, darle a cada uno su espacio, y disfrutar.

Lo de crecer, lo dejo para las plantas. Que a estas alturas lo único que me puede aumentar son el ego y la barriga.

Y ya son demasiado grandes.

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