martes, 20 de diciembre de 2011

dos veces más 5 minutos

5 minutos

La tarde es fría, aunque no desapacible. El invierno asoma cada día con más decisión, difuminando lentamente los jirones que van quedando del otoño. El sol ya se ha puesto hace rato, y tras recogerla a la salida de su trabajo, vamos a tomar un té.

Probamos un lugar nuevo. Una cafetería amplia, grande, con sillones de cuero pareados, una barra inmensa y cómoda con taburetes fijados en el suelo, una plancha generosa....vestigio ya de otra época, cuando se creaban locales como Dios manda, pensando tanto en la comodidad del cliente como en el número de cafés a servir.

Los camareros parecen sin embargo desagradablemente actuales, uno con gesto poco amistoso y otro enfrascado con un dispositivo móvil. Pedimos antes de sentarnos, y nos dejan las consumiciones en el mostrador. Estoy hojeando los periódicos, mientras ella toma su infusión y su tostada y se acomoda en la mesa. Y entonces, me desafía; me dice que no me va a llevar mi té, que habré de hacerlo yo. Lo hace de modo que todo el local se da cuenta. Miro de soslayo, y no digo nada. Acabo de leer el periódico, mientras ella sigue preparando su merienda.

Una vez acabada la lectura, me encamino hacia donde se encuentra sentada, me acomodo, y le ordeno que cumpla con su obligación de servirme. Se queja, se resiste, protesta......ya todos los presentes están pendientes de la escena. Y finalmente, se levanta y va a por la taza y la tetera. El camarero del teléfono pregunta si quiere algo, y cuando le ve tomar la vajilla, se ofrece a llevarlo (a buenas horas). Ella masculla unas palabras que no recuerdo, mientras vuelve con mi servicio. Sigue retahilando, y continúa con su tarea, preparando el limón, el azucar, sirviendo el te y dejándolo listo para tomar. Mientras trataba de negarse, le había dicho que de no haber cumplido, la habría azotado sobre la mesa. No se si me creyó. Pero supongo que estimó oportuno no comprobarlo.


otros 5 minutos

Seguimos sentados, aunque hace tiempo que habíamos terminado de tomar lo que pedimos. Hablando, de temas diversos, aunque flota en el ambiente el episodio anterior. De pronto, siento algo. Miró a sus ojos, y lo detecta, intuye (no, lo sabe) que ese algo va a pasar. Encuentro una vía a su interior, una invitación irresistible a traspasar su muro de protección. Sí, eso es, absolutamente irresistible. Entro despacio, con premeditada lentitud. Se agita inquieta, se sienta de lado, no es capaz de mirarme. Tiene frío. No es así, tiene la piel de gallina. Sin haberla mirado, se lo digo. Levanta la manga, baja la cabeza y me dice que no, con la voz callada. Se encuentra con mi mirada, se acurruca sobre si misma mientras musita "¿Eres un brujo o qué?".

Siente, emociones intensas, similares a las que experimenta cuando mis manos la recorren mientras se abandona a mi merced.....pero esta vez no hay contacto. Le extraña perder el control de esa forma, le sorprende....le asusta. Le pregunto con toda la intención si sabe quien soy. No contesta, no puede, no quiere; pero si sabe. Y ese silencio es la mejor de las respuestas.

Han sido 5 minutos de nuevo. Otros 5. Pero no 5 minutos más.

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