viernes, 13 de junio de 2025

La soberbia de la mediocridad

 

Escribo bien. Bastante bien. O muy bien. Rara vez mis textos carecen de estilo, corrección y contenido. Incluso diría que no es raro que haya espacio a la ironía sin ser hiriente, y a cierta lectura entre líneas. Pero dejando al lado la virtud de comunicar efectivamente, que eso no siempre lo alcanzo con precisión (es más, a veces divago en exceso), formalmente el resultado suele ser pulcro, bien estructurado, cuidado en la redacción y con el debido respeto a la gramática.

Redactar con corrección es una cualidad cada vez menos frecuente. Supongo que por una falta creciente y más extendida de desarrollo de las habilidades básicas de redacción. Lo que incide en un nivel medio de la capacidad de expresión y comprensión lectora que deriva hacia una patente y lastimosa mediocridad.

El caso es que últimamente, con mayor frecuencia, me suelen acusar de mandar mensajes de corta y pega. Es curioso que algo bien redactado lleve a pensar en eso. Yo, la verdad, es que no necesito hacerlo. Si alguien me estimula de alguna forma, es motivo más que suficiente para que el texto fluya de forma apropiada. Cuanto mayor es el estímulo, mejor suele resultar el mensaje.

No sé, quizá deba medir mejor a quién le regalo ciertos textos. No tanto por que sea un desperdicio, como por la evidencia de que quizá vaya perdiendo la capacidad para detectar imbéciles con claridad.

Me aburre lo concreto

 Sí, me aburre la exigencia inútil de lo concreto. De escenificar a priori de forma descarnadamente explícita cual será el resultado de materializar una fantasía, hacer tangible un deseo o delinear una pulsión.

Es más, encuentro soberanamente estúpido hacer proyecciones de escenas finales con la mitad del escenario y el contorno por definir. Lo curioso es que esa concreción suele venir de quienes descartan ser tratados o mirados como un objeto. Con dos narices, reclaman un detalle que no está preparado para dar alguien a quien además exigen poseer unas características y cualidades principales incompatibles con ese tipo de consideraciones.

Supongo que es la ignorancia batida con el capricho y sazonada por una virtualidad con excesiva apariencia de realidad.

Aprecia mi ser, carácter y condición, dicen, capta mi esencia, cuida mi sensibilidad, observa mis miedos y protege mi ser, ese que no te dejo ver pero has de capturar con tu magia. Eso, sí, todo eso, pero si no eres capaz de describirme con detalle cómo me vas a abrir el coño (porque ya asumen que quieres abrir su coño), todo lo demás está de más