No hay que irse muy atrás. Están frescos aún. La mezcla de
sensaciones en lo sentidos aún permanece presente, como si aún
continuara el estímulo que lo provoca. Y es que continúa. No es
necesaria la interacción física. La impresión quedó tan indeleblemente
grabada que solo con rememorar el acto vuelven a brotar las sensaciones.
Ni
siquiera hace falta recordar los hechos. La propia génesis, fruto de la
excitación perversa de la mente ante aquello que queda dispuesto a
disposición, resultado inevitable de una complicidad que trasciende
presencia y tacto.
La complicidad retorcida que hace tangible lo inimaginable. Y más.
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