viernes, 17 de diciembre de 2010

Se que esto tiene un nombre

Se que esto tiene un nombre. No me preocupa cómo se llama. Puede que haya una docena de palabras adecuadas para denominarlo, recibiendo un matiz de cada una de ellas. Es una niebla fría y densa que no deja un poro de la piel sin humedecer. Como la niebla real, cala hasta los huesos, y penetra inexorablemente, por cada hueco, cada resquicio, encogiendo todo lo que encuentra a su paso.

Como la niebla espectral, que se asocia incoscientemente al Londres de hace dos siglos, ocultando a Jack el destripador, a los contrincantes de Mr Holmes; a esa mezcla tan flemática del esplendor y la miseria de un imperio. Una fauna uniformada en una callada noche gris, donde el silencio se hace jirones a las puertas de las tabernas donde Dorian Gray acudía a saborear la hez insana del mal con su máscara de radiante e incorrupta belleza. Esa oscuridad que alentaba a las almas serenas a expiar una vida ordenada en brazos del Mr Hyde oculto en ellas. Un contrapunto brutal, el contraste entre la bondad de la máscara y la pervesidad que anida puertas adentro. Tan adentro que muchos sólo viven el teatro de una realidad fingida, ignorando, consciente o involuntariamente, el ominoso sueño que aguarda la chispa que prenda el incendio que abrasará eternamente el resto de su existencia.

Si, todo esto tiene un nombre. Me da igual cual es. Existe. Cada mañana veo en el espejo sus huellas en el fondo de mi mirada.En la retina guardo el cuadro que recoge todos los cambios que experimento, y que mi fisnomía, a duras penas, aún consigue ocultar. Siento que cada vez hay más gestos que me delatan, que Jekyll y Hyde no son dos caras de una misma moneda, y que existen infintos hilos que tienden puentes cada vez más evidentes entre dos mundos que pretendía mantener estancos.

Ahora que quisiera poder nombrarlo, reconozco con temor,con miedo lo que está pasando.Ignoré todos los avisos,y ahora mi mente empieza a decirme a través de mi cuerpo que no debo seguir así. Se que he de parar. Cada vez que siento la opresión, el ansia, la laxitud, se que no puedo retrasarlo más. Sí, he de pararlo. Pero ¿cómo? Si ni tan siquiera se su nombre

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