domingo, 6 de julio de 2014

Un dibujo en los ojos

No parpadean. Pero se mueven incansablemente. Me miran, con curiosidad infinita. Todo lo que la tensión le permite mantener la mirada. Que no es mucho al principio.

El cuerpo delata esa tensión, retorcido, sin poder tomar una posición mínimamente natural. Los labios, delimitados, rojos, dibujan una línea intensa que se rompe en sonrisas plenas, frescas, sinceras, fluctuando levemente entre las sensaciones que dejan asomar.

Me estudia, sin recato, descaradamente (es descarada, firme y decidida, y lo muestra sin casi pudor, aunque éste aparece por otros flancos). Está ávida de saber, de saberme, de saberse. La mezcla de tensión, intesidad, deseo, curiosidad, consumación, decisión, temor, duda, certeza; la consume y a la vez le da fuerza, una fuerza vigorosa y sutil.

Me sigue mirando, más relajada, sostiene la mirada, y las sonrisas prevalecen. Se siente bien, y siente aquello que vino a buscar, está ahí, puede tocarlo, pero no se atreve. Aunque sabe en su interior que no, que no se irá.

Incluso llega a jugar, pequeños desafíos, pequeñas rendiciones, y toma forma el deseo, cada vez mayor, sale de dentro, abarca toda la piel, y más, y sí, es eso, lo quiere, lo pide...sí, lo pide, tensa de nuevo, no lo puede creer, de pie al lado la mesa, no lo esperaba así, cielos, pero sí, sí, es así.

Después, 10 minutos que parecieron 3, otros 10 que parecieron otros 3, una calma plena y la promesa callada de .....sí, es así, y así va a ser.

Lo trajo dibujado en los ojos, y ahora lo lleva escrito en el alma.

Naturalmente.


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