jueves, 27 de agosto de 2015

Vista

No digo visión, que es otra cosa. Ni observar.

No. Se trata simplemente de ver. De poder ver. Incluso, aunque no aprecio mucho el voluntarismo, de querer ver.

Supongo que parte de mi intolerancia nace de un grave defecto. Y es que del mismo modo que asumo con naturalidad que hay cosas que están fuera de mi capacidad de percepción y de comprensión, no me ocurre lo mismo al revés. Es decir, que de entrada creo que todo lo que percibo y puedo llegar a comprender está al alcance de cualquiera. Y no es así. El defecto aparece cuando, en cierto modo, exijo a otros que sean capaces de apreciar lo mismo que yo.

Vamos, que me cuesta darme cuenta que hay cosas que veo y otros no. El defecto aumenta ante los razonamientos parciales de quien no tiene todos los elementos para evaluar o apreciar algo. Y si elevan esas conclusiones a dogma de fe por el socorrido método de decir que "todos lo hacen así", pues ya me llevan los demonios. Pero ocurre que, sencillamente....¡no pueden hacer otra cosa! (bueno, sí, podrían ser más modestos ante la evidencia de que hay percepciones que están fuera de su alcance y de otros no, que refutan sus conclusiones, pero la fe nunca se llevó bien con el entendimiento).

Su mundo es ese que perciben, más reducido, y en ese miniespacio, que para ellos es todo el   universo, no conciben (los peores no quieren concebir) que pueda haber algo más allá de lo que aprecian.

Me gusta disfrutar del  momento en que a alguno de esos adalides de lo obvio se le cae el velo, y penetra en aquellos espacios que antes les estaban vedados. Aunque la fe les acompaña, y no hay nada peor que la fe del converso.

No sé, puede que yo sea de aquellos que van a ninguna parte, y que por eso me resulte más cómodo vivir sin referencia absolutas, o dicho de otro modo, no me desagrada moverme en la relatividad. O en cierta relatividad, pues si fuera realmente relativo, ese defecto que señalo no sería tan grave. O tan intenso.

Mejor poner la intensidad en otras esferas. Es, al menos, más placentero. Mucho más que tratar de hacer ver a los ciegos.

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