jueves, 10 de diciembre de 2015

Una velada exquisita

La invitación fue clara, sin rodeos y sin dejar mucho a la imaginación. Más o menos, en estos términos. "Nos vemos a partir de las ocho para la sesión. Déjame que llegue antes al hotel para preparala y tenerla atada en la cama, lista para usar. Pasaremos un buen rato, caballero".

Sencillo y directo, sin rodeos innecesarios. Bueno, lo de no dejar mucho a la imaginación no es del todo cierto. Más bien al contrario, da lugar a imaginar bastante. O será que soy capaz de hacerlo. El caso es que esperaba una cita para establecer ponernos cara y conocernos un poco más y me encuentro emplazado ya directamente en el lugar, con ella atada esperando. Mejor no hacer planes, sin duda, y dejar que fluya lo que sea que tenga dentro.

A ella la vi dos semanas antes, y disponía de varios retazos suyos (algunos robados con la observación, los más entregados abiertamente), una breve semblanza del Jefe y de lo que más o menos tenía en mente. Me tranquilizaba la coherencia que mostraban ambos sin haberlos visto juntos, y la presencia en todo momento de esa sensación de "algo especial". Pero la inesperada invitación dejo en evidencia el aspecto en el que más inseguro me siento , y es que en un juego a tres con una pareja estable no controlo todas las variables como acostumbro. Él fue franco, podría hacer lo que quisiera, y si veía que me extralimitaba intervendría, aunque del tono de su voz deduje que no esperaba por lo más remoto que se diera el caso. Además, ella tampoco conoce límites y en nuestras charlas previas coincidimos tanto en todo aquello que no es de nuestro agrado como en el modo de entender ciertos aspectos esenciales, con lo cual era complicado que me excediera más allá de lo razonable.

Llegué a la habitación, y la escena de incio no fue la esperada. El tráfico de aquella tarde impidió que llegaran con tiempo para prepararlo. Aún así, todo fluyó de un modo absolutamente natural. La disposición de él, los deliciosos encantos de ella y ese "algo" que flotaba vencieron mi incomodidad. Pasó entre ambos, vestida de ese modo elegante que acentúa la desnudez, cuidando cada detalle. Era el momento de comenzar y el súbito deseo de poseer esa piel suave y perfumada y todo lo que envuelve en su interior hicieron que dejara de existir todo lo demás. Mis dedos comenzaron a recorrerla mientras mi anfitrión me iba dando detalles de las distintas zonas que visitaba y comprobando que efectivamente las indicaciones que me proporcionaba eran adecuadas e iba respondiendo como anunciaba. Poco a poco la atmósfera se hizo cálida, y el relajo que experimentaba iba dando lugar a una nueva tensión, más placentera y adecuada.

Las dos horas pasaron rápido. Muy rápido. Fue quizá lo único frustrante, no tener ocasión de continuar tras un pequeño descanso para cenar con la sensación de que lo mejor estaba por llegar. Creo que la compartimos los tres, y el placer de las bandas de goma, los palillos chinos, el pecho lleno y voluptuoso, la suavidad y las marcas, junto con decenas de pequeños a inaprensibles detalles hicieron que el final incabado fuera la mejor invitación para continuar tan exquisita velada.

Porque no puede ser de otro modo, continuará. Naturalmente.



No hay comentarios:

Publicar un comentario