Tiene un encanto especial. Una mujer que sonríe cuando le dices cosas tales como:
“Vaya, vaya con la niñita....te encanta tragarte las pollas hasta la garganta ......así te encuentras en tu sitio....y no es una sorpresa, no.”
o
“Por tragarte una polla eres obediente, complaciente y no te importa degradarte. Al contrario, te pone. Te pierde el placer de recorrerla con la lengua, abarcarla con los labios y notar como crece en tu boca. Saborearla, notar el calor y la tensión.
De la punta a la base, hacerla desaparecer y después pasar la lengua despacio, y alternar ambas cosas”
y no sólo regala su sonrisas leerlo, si no que responde así:
“Me encanta, sí. Creo que el sexo oral es mi preferido. Adoro dar placer con mi boca, o que la usen para dárselo. Le pongo pasión y ganas, porque me gusta.”
y así,
“Por supuesto que sí. Recorrerla toda, de hecho. Obvio, también lamer los huevos“.
Pero lo mejor de todo no es la disposición, el talante o el ánimo. Es la sensación de naturalidad que emanan las respuestas, sin ironía, sarcasmo, lascivia incontrolada, prepotencia sobrada o descaro improcedente. Nada que ver con eso. No le hace falta. Transmite el gozo que le representa tragar pollas y dar placer del mismo modo que te contaría lo que le gusta escuchar una canción o tomarse un helado. Y en este entorno cada vez más suspicaz y crispado, es tal su frescura, que es imposible no acompañarla en la sonrisa.
Y la idea de tenerla en ese instante acunada entre los muslos se vuelve en lo más natural del mundo. Parece contagioso. Desde luego, es delicioso. Divina felatriz natural.
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