domingo, 17 de marzo de 2024

Los bdsmeros engañan

Las apariencias engañan. Es normal. La semántica de aparentar está ligada a engañar, así que la expresión es un pleonasmo canónico.

A mayores, aparentar es parte de la religión laica que lo invade todo, una parte esencial de ese mentidero virtual que conforman las redes sociales, ámbito del cual este espacio forma parte.

Ergo, como red social, este escaparate engaña, y sus usuarios, aparentan y engañan. Como la mayoría se autotitulan lo que coloquialmente “bdsmeros”, podemos concluir que los “bdsmeros” engañan.

Es verdad. Lo que veo aquí son figuras aparentes con ínfulas de ser y mostrar lo que pretenden. Qué buena definíción para “bdsmero”.

Si alguien llegó hasta aquí, igual se pregunta a qué viene esta aparente disgresión (cuidado, que aparentar es polisémica). Es sencillo. En un primer momento iba a titular el escrito “El BDSM engaña”, pero caí en la cuenta que no es así. Al contrario, el BDSM, sobre todo si no tiene aditivos, no engaña. No, al contrario, te suele lanzar tu propia verdad a la cara (o una de tus caras, que por mucho que digan los mediocres limitados, es posible tener más de una). Y lo hace con dureza descarnada, sin endulzar la esencia.

Es por ello que el BDSM no engaña. Y los “bdsmeros”, sí.

Quizá por eso hay tanta apariencia y tan poca verdad. Verdad de la mía, por supuesto. Y de los que la desean como yo.

Como me dijo una mujer muy sabia en mis comienzos, “ de verdad, somos muy pocos”. Aún hoy, sigue teniendo razón.

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