domingo, 18 de septiembre de 2011

Primer martes de Septiembre

Nos hemos citado para pasar la tarde juntos. Segundo encuentro, segunda sesión. Está nerviosa, pero no tanto como la primera vez. Aunque es incapaz de fijar la mirada. Me gusta. Tenemos un trayecto largo hasta nuestro destino, y voy aprovechando para tensarla y relajarla, alternativamente. Disfruto del juego, y su disposición es buena. De camino al hotel, compramos chocolate, un antojo compartido. Tenía un esbozo de plan previsto, pero su indumentaria, unas mallas negras y una fina camiseta a juego, junto con una minifalda vaquera, me hacen cambiar sobre la marcha de juego. Sí, una ropa ideal para jugar con las cuerdas, blancas. El efecto visual le dará un plus a todo el acto, tanto que merece la pena cambiar el guión original.

En la recepción, pasa los nervios de costumbre. Y eso que en este lugar están acostumbrados a visitas como la nuestra y son asépticamente amables, sin entromenterse ni hacer notar lo evidente. Pero hay comportamientos que son díficiles de cambiar, y además, disfruto con su estado.

Subimos, y empieza el juego. No se calla, se que son los nervios, y en parte, su punto irreductible, que siempre muestra. Ni arrodillada guarda silencio, y los azotesno la convencen así que le pongo una pinza en la lengua. Surte un efecto doble, porque por fin entra en situación y se deja hacer. Así, tal y como está, la dejo sin moverse, y comienzo a preparar todo el material, despacio, con calma. La veo revolverse, inquieta, pero la pinza consigue silenciar su boca y retener su mente.

Tras unos instantes y preeliminares, paso a las cuerdas. Resaltan sobre su indumentaria negra, ajustada a su piel....sí, el cuadro es estimulante, y lo noto en su mirada, y el modo en que se deja hacer. Desaparecen los nervios, y comienza a salir ese otro yo que la hace ponerse bajo mi mano. Sus ojos transmiten las sensaciones que se convierten en emoción, y una vez acabado el montaje, la llevo ante el espejo. Luce bella, sí, y no sólo estéticamente. La cuerda marca sus curvas y pliegues, y muerde con levedad. Aunque el mordisco lo nota principalmente en su interior.

Fue como abrir una compuerta.....a partír de ahí, dejó de temer, dejó de hablar, y se dejó hacer. Experimente con ella, con sus límites, con su cuerpo, con su piel, con su deseo, con su curiosidad....y siempre podía más.

Acabó con su cuerpo cubierto de cera y sudor. Y algo, poco a poco, va cambiando en su interior. Al final,con la relajación posterior al juego volvió a aparecer el temor, la cautela, ahora, con la conciencia de haber ido de nuevo, un poco más allá. No acabó en plenitud, por que sabe lo que ha hecho, a donde a llegado y empieza a intuir lo que significa para ella. Y para mi.

Volverá a bajar, y a subir. Habrá retrocesos, y más miedo, y nuevos temores, y el esencial que le frena, y que puede que nunca libere. Pero está en el camino. Sin duda, lo está.

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