jueves, 25 de octubre de 2012

Tacto



Me gusta el tacto de las piernas enfundadas en unas medias. Recorrerlas perezosamente, con gesto en apariencia distraído, sin rumbo fijo. Pasar a la suavidad de la piel y volver a la fina rugosidad del tejido. Con las yemas de los dedos, alternándolos en un ciclo asimétrico y continuo, una y otra vez, intercalando a veces un suave rasgueo con las uñas, como pulsando la cuerdas de una improvisada y cálida guitarra carnal, con sus curvas incitantes y voluptuosas.

Me gusta percibir el efecto gradual que causa la caricia, y como se va manifestando en la relajación o tensión del rostro, y de todo el cuerpo, según varía el ritmo, la intensidad y la zona. Sentir que es una prolongación de mi propio cuerpo, atado con un hilo invisible que acaba por manejarla completamente.



Me gusta el silencio que se produce en esos instantes, a veces quebrado por suaves susurros, apenas suspiros, y me gusta saber que trazo a trazo su olor impregna mis manos, resultado de un lento trasvase de esencias muy particulares. Me encanta como poco a poco abre sus piernas sin necesidad de decirle que lo haga, abriendo nuevos senderos. Como se transforma para mi, con lentitud, de mujer en hembra sin perder el pudor, delicadamente.

Me gusta sentir todo eso en la punta de mis dedos. El calor, la blancura, la firmeza, la excitación, el control, el aroma, la calma, la intensidad creciente, el deseo.....

Cualquier lugar, cualquier instante, pueden ofrecen el momento perfecto para ello.
Sí, me gusta


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