martes, 9 de junio de 2015

Disfrutar

"Quizás es que no sé a qué deseo llegar, sólo tengo una leve idea de lo que quiero..."

Es normal, crees querer algo, las imágenes, tan icónicas, despiertan un deseo inmaterial, luego pruebas, y descubres que las sensaciones vienen más de dentro, que la piel es un vehículo, la vista un catalizador y acabas por saber que eres en la medida que alguien te hace ser y tú le haces ser.

Entonces te empieza a dar igual lo que leíste, lo que viste, lo que te contaron, lo que creíste desear. Y te resbalan las opiniones, las mentes pequeñas, y vas por la calle sintiendote por encima de todos los que te rodean, que no sospechan las cosas que se pueden llegar a sentir y a hacer sentir, y de que manera.

Más tarde, averiguas que el contraste y la dualidad lo preside todo, y que aquello de más dura será la caida es peor desde lo alto de la montaña rusa, y ahora quisieras ser uno de esos que no siente tanto, que parecían tan abajo y ahora resultan inarbarcables. Aburrida y protegidamente seguros en su mundo parcial.

Pero el aroma del disfrute te envuelve, sin lugar a la nostalgia, y despierta esa chispa ahogada que te obliga a reinventarte siendo lo que nunca fue, aunque ahora conoces el terreno, y los olores, y las miradas, y el deseo pervertido es un inseparable amigo inmisericorde y silencioso.

Y vuelves a disfrutar. Realmente, nunca dejaste de hacerlo. Y es que al final, se trata de eso.

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