jueves, 28 de septiembre de 2017

Risas

Me gusta mucho reír. Me sienta bien. Creo que no soy el único. Incluso en la situaciones más insospechadas. Alguna, casi que inconveniente. Indudablemente, la risa suele traer consigo un considerable bienestar.

Es cierto también que hay otro tipo de risas, debido a la ocasión o a la emotividad del momento, que no resultan placenteras. Es más, su recuerdo suele ser doloroso, o amargo, y suelen provocar el indeseado efecto de anular las ganas de reír, incluso cuando la ocasión es propicia.

Y hay sensaciones y estímulos en los cuales la presencia de la risa denota un rasgo de nerviosismo o de inmadurez. No procede en modo alguno reír en esos momentos. A nadie se le escapa que un entierro, por ejemplo, sea lugar apropiado para reír. Las situaciones de pérdida provocan una emoción tan intensa que la broma o la risa (no digamos la carcajada) son elementos absolutamente fuera de lugar. Es más, en general, emoción intensa no cómica y risa no ligan bien en absoluto. Como los jarabes dulces en la mayoría de los cócteles.

Por eso, alucino cuando el resumen prinipal de una velada bdsm es el buen rollito y las risas. El tipo de emoción, intensa, que espero de un encuentro entre personalidades cómplices en este ámbito dista mucho de provocar "unas risas". Supongo que me veo influido por una concepción privada e intimista de estas interrelaciones, pero aun en momentos más gregarios prefiero salir con otra sensación distinta a la de haber ido a ver un monólogo desternillante o pasar una tarde de chistes con los amigos.

Pero se ve que soy complicado hasta para eso. Aunque sé que no soy el único. Menos mal.

Con una sonrisa, claro.

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