sábado, 23 de septiembre de 2017

Tres figuras

Una calle oscura, cuatro sombras dispares en las oscuridad aún virgen del atardecer consumado. Aparece un reto forzado para provocar un momento de exhibición. El taconeo firme, potente, seguro sobre los adoquines de la calle negra brillan al tiempo que el contoneo agresivo de la figura grita algo más allá de lo que se ofrece. En mi mente se dibuja otra escena, colofón natural de la ofrenda e inapropiado en el contexto. Permanece, en ascuas.

Un día luminoso, de final de verano, temperatura ideal. Vida vuelta a la calle y una oferta falsamente amigable chocaa con la figura de elegancia aburrida que asoma entre la falta de pulcritud del lugar. El chucho asqueroso contrasta con el acertado conjunto en blanco y negro coronado por las cuentas de un collar que capta mi mirada y de nuevo me sugiere un acto en absoluto adecuado a las circustancias del momento. Me alejo sin volver la vista atrás con la imagen de hastiado fastidio mezclada con el juego de la noche anterior.

Noche interior. Principio y final de mi experiencia grupal en un mundo interior e individual. Una silla, alta, ocupada por la figura exhibicionista y aburrida, brillando sin asomo de entrar en combustión. La luz fría de un tormento interior exclusivo marcando una distancia consciente. En un soslayo inapreciable un encuentro imposible a la sombra de una cruz. Aún en el cenit estoy sin estar, y después sabré que en el ambiente embriagador de la noche la suerte ya estaba echada.

El corolario, en un invierno triste de expectativas irreales, flota sobre todo lo demás. La mirada complacida y a la vez esquiva.

No hay final.

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