domingo, 22 de diciembre de 2019

Invasión del tiempo

Cuando los recuerdos te invaden, empiezas a vivir hacia atrás. Toma más presencia la ausencia, y la tentación constante de refugiarse en el pasado pone la zancadilla al estímulo que procede de la esperanza en lo que ha de venir.

La realidad se anuncia plana, y los días siempre tienen un transfondo gris, sin que los eventuales fogonazos de las opciones que se presentan parezcan tener la suficiente consistencia para colocar las brumas de antaño en su lugar.

Y parece que cualquier tiempo pasado fue mejor, cuando lo que ocurre es que todo tiempo es diferente, y aunque los ciclos provocan la ilusión de la semejanza y la repetición, todo lo que pasó no vuelve jamás.

Se comienza por perderse en la nostalgia y se acaba por recordar lo que no llegó a pasar. Y sí, las pieles no tienen el mismo tacto, ni saben igual, ni evocan con su olor el calor de los momentos que aún provocan la excitación. Sin embargo, hay otros sabores, otros aromas, otros calores, que están esperando, pacientemente, a provocar la misma excitación, la misma humedad, la misma sensación de inconfesable deseo preñado de placentera perversión.

Cuando los recuerdos te invaden, hay que ofrecerles una sonrisa y decirles con toda amabilidad que se agradece su vista y que, por favor, vuelvan ustedes mañana. Pues mañana será otro día, que ha de comenzar hoy.

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