viernes, 4 de diciembre de 2020

Exquisito (o la apoteosis del blanco y negro)

 

Al comenzar a adentrarme en este universo de perversidad particular, no tardé en darme cuenta de que uno de sus ejes fundamentales se basaba en tener la capacidad de percibir de manera diferente un mismo estímulo según fuera mediatizado por el enfoque hacia el mismo y los condicionamientos de la situación en la que se experimentaba. Y con no poco regocijo descubrí que la capacidad para variar esos registros a voluntad eran parte de la clave de todo el entramado.

Claro que una cosa es enunciarlo con sencillez, y otra ser capaz de acometerlo. Así pues requiere, tanto en el papel de ejecutor o parte activa como en el de receptor o parte pasiva, entre otros atributos, de ser capaz de apreciar y modular los matices de un modo preciso. Y conforme fui conociendo a diferentes participantes vi que esa capacidad no está tan extendida como cabría esperar. Vamos, que en ocasiones, era algo similar a aquello de explicarle lo que son los colores a quien carece de visión. Podrá apreciar infinitos matices al tacto, al oído o con cualquier otro sentido, pero será incapaz de hacerlo con lo que implica la vista....y nunca podrá, por mucho que se empeñe en aprender.

Llevo semanas leyendo la palabra exquisito ante cualquier evento mostrado en este lugar con cualquiera de las posibilidades que ofrece (básicamente de manera visual y escrita ), ya se trate de una nimiedad, algo absolutamente extraordinario o la más insustancial vulgaridad. Todo es exquisito, ya sea por falta de criterio para evaluar o por esa empalagosa orientación de halagar sin el menor gusto ni pudor. Y me da pena la constante rebaja de los mínimos criterios en aras de una vulgarización galopante que cada vez está más y más extendida. Eso cuando no se usa para las inconvenientes y cada vez más inconsistentes y cerriles disputas socio-políticas, que no entro a valorar si son adecuadas o no, pero de las que sí afirmo que contaminan un foro que en primera instancia es un lugar de encuentro para personas con unos gustos y criterios muy personales y de índole mayormente particular, y no un espacio asambleario para arreglar el mundo.

En resumen, que entre la falta de criterio y el abuso en su utilización, la palabra exquisito se está convirtiendo en sinónimo de vulgaridad. ¿A dónde iremos a parar?

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