El vicio no espera.
Corroe en ausencia, consume en presencia.
Inevitablemente corruptor, ya sea excitando el pensamiento, manchando la palabra, mojando la obra o desesperando en la omisión.
Nunca espera. Y nunca te deja. Una vez te toca, quedas manchado para siempre. Adicto a la suciedad del alma.
Aunque nadie lo sepa, y solo tú puedas verlo.
Degradación eterna.
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