viernes, 30 de abril de 2010

Primera comunión

Nunca hubo motivo de queja. Al menos, no en el balance entre lo obtenido y lo pendiente. Siempre superó con creces todas las pruebas, y asimiló con holgura las cargas más duras. Con holgura y estilo. Así que realmente, hasta la fecha, nunca hubo de sufrir un castigo por que así se lo hubiera merecido. Por otro lado, el tampoco sentí el deseo de aplicar un correctivo por mero capricho. La propia dinámica de placer y dolor que llevabamos era más que suficiente, y colmaba mis las expectativas, en todos los sentidos.

Ese día , decidí sorprenderla. Sabía que ella contaba con un margen para cumplir sus órdenes y al mismo tiempo salirse con la suya. Y opté por salir al paso. Efectivamente, llegé antes que su autobús, y al recogerla en la estación, vi que no cumplía lo ordenado. No dije nada, pero se lo hice saber con una mirada densa. Ya en el coche, le obligué a abrirse de piernas. Metí la mano bajo su falda, y agarré con fuerza su sexo. Comprobé que la segunda orden tampoco se había cumplido. Retorciendo con dureza, le espeté con voz impersonal: "No has cumplido mis ordenes". Ella arrugo los labios por el dolor, musitó un disculpa y bajó la vista. Estuvo así un minuto largo, eterno, y la solté. Cambio de tema, que le permitió relajarse.

Llegamos al hotel, subimos a la habitación y comenzó el juego. Ni sombra del enfado o del castigo. Ella me dio una agradable sorpresa, que fue debidamente ponderada. Y no detectó la amenaza que pendía sobre su cabeza. Parecia haberse alejado definitivamente. Era el momento.

La levanto de la cama, completamente desnuda, y comienzo a atar sus brazos a la espalda, Nada nuevo, un bondage de lo más común. Ella lo conocía y le encantaba. Las cuerdas, el tacto...todo. Aunque se dio cuenta que esta vez estaban un poco más apretadas que de costumbre. Cuando ya estaba inmovilizada, paso una cuerda por el collar, y la suspendo prácticamente del dosel de la cama. Estaba expuesto su pecho y totalmente a mi merced. La miro a los ojos y simplemente le dije: "Desobedeciste mis órdenes. Debes saber que no has de volverlo a hacer" Palideció y tembló. De repente, tuvo conciencia de lo que se le venía encima. Y se le vino encima. Por primera vez, el dolor no era para ella un preámbulo del placer, si no de más dolor. Chillo, lloró grito y le obligo a callar. En ese instante, no sólo se apago su voz. Se apago toda ella, y se dejo hacer.......

Pasó tiempo antes de volver en sí. Era nuevo y desconocido. Era una primera vez. Aún sigue digiriendo ese castigo, El primero. El que le confirmó intimamente su condición. El que le ha llevado a ser un poco más suya. Su autentica primera comunión

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