domingo, 6 de noviembre de 2011

Una tarde de domingo

Días antes había estrenado la prenda en cuestión. Entallada, adecuadamente ceñida, y con el largo necesario, al menos para perder la virginidad en estos menesteres. Cuando se lo vi puesto, retomé el plan que hace tiempo tenía en mente. Esperaba al momento adecuado, y por fin había llegado.

Aquella tarde, comimos, sin más. Bueno, la conversación se centró en ajustar pequeñas lagunas en su comportamiento, mientras iba evaluando el modo de pasar a la acción. Quizá crear un poco de ansiedad, estimular la necesidad....sí, era una buena opción. Así que entre confidencias y retoques, le fui adelantando lo que tenía previsto y ella iba a acometer. Apareció esa cara que conozco ya tan bien, y puse todo en marcha. Tenía que cumplir unos encargos, y uno de ellos sería la ocasión para hacer la primera prueba.

Hablamos al día siguiente, y le insté a cumplir ese asunto que tenía pendiente. Tan solo tenía que salir a la calle y comprar unas cuentas de madera, para elaborar cierto artitulugio que nos proporcionará instantes muy edificantes. Le ordené que fuera esa tarde a por ellas. Y debía vestir sólo la prenda recién estrenada. Bueno, podría calzarse, y ponerse unas medias también. Le mandé por sms la orden, y a la noche, la había cumplido. No fue muy explícita, pero le había gustado, sí. Sin duda. Como de costumbre, la curiosidad y la excitación vencieron a la vergüenza y la cautela. Quedaba lista para la prueba real.

Domingo, mediodía; le adelanto por sms de nuevo que hoy la recogeré, y que irá vestida igual que el viernes. Se lo tomó a broma, hasta que concreté la hora de la cita. De la broma, pasamos a fijar el encuentro. Y allí estaba puntualmente impuntual, incorregiblemente impuntual. Le sentaba bien su ropa, y la sonrisa mezcla de excitación y nerviosismo que se le pone. Venía paseando por la calle, con las medias, los zapatos, un sostén y el abrigo. Nada más. Subió en el coche, y la llevé a un parque. Le anuncio que vamos a un lugar que me gusta especialmente para dar azotes al aire libre. Me encanta la expresión que toma su cara en esos momentos, y todo su lenguaje corporal. Sabía que se negaría, y así lo hizo. Y le ofrecí un trato. Debería salir del coche, caminar hasta el banco que había a 20 metros, y allí, abrir su abrigo y volver así hasta mi. El no fue más tenue.....y nos acercamos a un lugar más apartado. Allí, le dije que se abriera el abrigo y se bajara del coche. Un no pero sí fue la respuesta, un estás loco y yo más.... Así que me bajé y le abrí la puerta. Ya lo llevaba desabrochado, y mostraba el contraste de su piel blanca con el negro de la lencería, y el color de su vello púbico. Estaba jugando...baja un pie, otro, abre las piernas, el abrigo, lo cierra, se mete dentro, se niega....hasta que le digo que salga. Lo hace y se pone de pie, abrigo desbrochado, junto a mi. Y le ordeno que me bese. Lo hace, mientras mi mano baja hasta su sexo y comienzo a acariciarlo. Noto como crece la humedad, y los suspiros se convierten en jadeos......

Está alli, de pie, desnuda bajo el abrigo, besando a su Dueño, y expuesta ante quien sepa ver lo que ocurre.

Es la primera vez....y no será la última.

No hay comentarios:

Publicar un comentario