sábado, 25 de febrero de 2012

Orgullo

No debe ser casualidad que algo en lo que no había pensado durante bastente tiempo sea omnipresente sin aparente razón. Esta semana el orgullo es algo recurrente. Se me presenta de frente, por los rincones, en los días corrientes y cada minuto de recuerdo. En las conversaciones, en los hechos, en mi interior y en el espejo que son los demás. En casa, en la oficina, en un restaurante, en un dormitorio......

Lo tengo por algo capaz de provocar sensaciones de lo más opuestas ante un mismo estímulo, modulado por pequeños detalles que no suelen ser fáciles de controlar. Desde un punto de vista frío, lo considero un estorbo, aunque por otro lado es un magnífico catalizador que puede llevar a acometer lo impensable. Un elemento inestable, con el que no conviene jugar demasiado.

Un orgullo satisfecho produce un placer como pocas cosas pueden ofrecer. Un orgullo herido genera sentimientos realmente oscuros, dolor y tiende a nublar la razón.

Y un orgullo enfrentado a otro..... que decir del choque de egos orgullosos.

Por mi mente pasó un orgullo castigado, una mirada orgullosa, un cuerpo henchido de orgullo, un orgullo derrotado....sensaciones diversas, del plano eminentemente sensitivo. Y también recordé un orgullo vencido haciendole creer que venció, el deseo vengativo de querer aplastar a un orgulloso vencedor, el orgullo ajeno ante la consecución de un hito......y cada vez pienso con más convicción que el día que deje mi orgullo a un lado, viviré mucho mejor.

El día que no necesite demostrar nada, no necesitaré orgullo alguno con el que gritar a los cuatro vientos lo genial que soy; pues ese día sabré que soy por mi mismo, sin que me importe lo que digan los demás. Absolutamente seguro de si mismo, al fin.

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