viernes, 29 de junio de 2012

30 años después

Miré el reloj, y al darme cuenta de la  hora, comencé a desperezarme. No esperaba tener oportunidad tan pronto de revivir aquellas sensaciones, máxime cuando no hacía ni una semana que habían vuelto a mi cabeza, y apenas unas horas desde que las reflejé por escrito. Así que me incorporé y salí al exterior. El ambiente, tan familiar, parecía el de entonces. El mismo frescor, la misma luz, los mismos olores, el murmullo creciente de los cantos de los pájaros al despuntar el día. Una mañana de junio.

Comencé a pasear, calle arriba. Por detrás del edificio, los pagos que dan entrada a la meseta alta, con su corona verde de pinos y encinas, parecían querer resistirse al avance de la ciudad. A pesar de estar en el valle, el viento soplaba con cierta fuerza. No será un buen día para tomar la bici, no. Parece que todos los pájaros están cantando ya, el rumor ha crecido y acalla cualquier otro sonido.

Los recuerdos vienen, pero no pueden con la sensación presente. Un dolor infinito se engarza en con ellos, y con ellos se realimenta. Hay una suerte de presencia sutil, callada, pero cierta, que paradojicamente ahora que ya no está, se hace más intensa. La ausencia de lo cotidiano invisible provoca que la falta se revele en todo su esplendor. Sí, ya no está, ni estará.

El sol aparece, siento su calor, y la actividad crece. Llegan las primeras visitas, como era previsible, y se alternan momentos de emoción desbordada con otros de laxitud extrema. Las horas transcurren caprichosamente lentas y se acerca el momento, ya a la tarde, que pondrá fin a la jornada, y tantas otras cosas.

El día me guardaba una última sorpresa. Allí, en la puerta de la iglesia, alguien me esperaba. 30 años después. Apenas habíamos siquiera hablado desde entonces. Volví a sentir aquellos labios. Pero esta vez el beso ha traido algo distinto, diferente....al levantar la vista y mirar alrededor, pese a que no parece que haya pasado el tiempo por las calles y las casas, e incluso por algunas personas, sentí el vacío de todo aquello que no va a volver nunca más.

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