sábado, 7 de febrero de 2015

Un comienzo, otra vez

La entrada en la lista de visitas me intrigó. En aquella fecha, nada comenzaba, más bien al contrario, y los recuerdos son especialmente fríos. Como el día aquel, tan parecido al que hemos tenido hoy. Un día frío de invierno. Recuerdo la cita, la sensación de sentirme mayor, cansado, el brillo de sus ojos anunciándome que tomaba otro camino, su pelo, ese maravilloso pelo negro, enmarcando su cara a la vez traviesa y extrañamente madura, de una madurez que luego no he vuelto a hallar, a pesar de su juventud (asaltacunas me llamaba Marian, mitad en serio, mitad en broma). Fueron tres largos años, deliciosamente cortos. Estupendos, intensos. Y al verla tan magnífica aquel día, y sentirme tan bajo, supe que no habría más.

"Con lo que tú eres, recupérate" Fueron las últimas palabras que cruzamos, por una vez, ella con una sonrisa clara y yo no. Hablamos después, de vez en cuando, y a pesar de ser un final, nunca tuve sensación de pérdida. Al contrario, permanece nítida y definida, la sensación de que si nos vieramos mañana, sería como si no hubieran pasado estos cuatro años sin estar uno frente a otro.

Podría parecer que la echo de menos, y es verdad. Echo de menos las sensaciones que me provocaba, la complicidad natural, el espacio dibujado entre ambos, las miradas, el pelo ensortijado, los suspiros, el placer, las pausas. Y sobre todo, esos momentos en que las palabras sobran entre dos.

Ahora que otra complicidad sigue la senda de aquellos pasos, rememoro especialmente aquellos días. No son iguales, ni provocan lo mismo. Pero de nuevo, tras mucho mucho tiempo, han vuelto esos momentos en que las palabras, sobran entre dos. La mayor de mis fuerzas queda a un lado, y aún así, los guiños se suceden, y el tiempo me seduce, lentamente. Con su tempo vertiginosamente pausado.

Un comienzo. Otra vez

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