miércoles, 5 de diciembre de 2018

La leche

O los lácteos. Hay que ver lo que tardan en digerirse a veces. Debe ser que la intolerancia a la lactosa es contagiosa, y no causa particular del organismo de cada individuo. Porque mira que se ve tomar leche de esa rosa por ahí. Como una alegoría malvada, lo puro es rosa, no blanco. Edulcorado para todos los paladares y gustos. Pero eso de tomar leche rosa......uffff.

El caso es que las digestiones son largas. Menos mal que el organismo alineado con la voluntad hace milagros. O no, no es un milagro; retorna a su función característica sin mayor problema que deshacerse de esa capa de limpia mugre aséptica y protectora que en teoría protege a la piel fina de agresiones intolerables. Luego llegan las alergias, y dar por normal lo que no lo es, y juzgar el todo por la parte, y establecer normalidad a partir de la diferencia, y.....

.....joder con las digestiones. Así va el mundo.

Pero no, de nuevo, ella, no. A pesar de añadir varias entradas a la lista de faltas (treinta minutos y doscientos lametazos tienen su mérito en determinadas circustancias, en otras, no) ha conseguido hacer finalmente la digestión. Digestión que vuelve a acabar, como se está haciendo costumbre, con el consabido "No me lo puedo creer"

Y sí, es tan creible. La humedad del algodón no engaña. Desde luego, es la leche.  

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