Es una historia de placer cautivo. De ese placer que nace de la posesión. Placer que se otorga, se concede y al que se llega cumpliendo, obedeciendo. La mano ejercía una intensa atracción y se convirtió en el instrumento de ese placer, el único medio permitido para alcanzarlo.
Ella era una escultora. Y debió esculpir la réplica de la mano que habría de procurarle el placer. Todo su placer.
Y esa foto era parte de la serie que sirvió de modelo para crear el ara sobre el cual a partir de ese día iba a ser su única fuente de gozo y humedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario