sábado, 20 de febrero de 2021

Un desvarío onírico, sin duda, provocado por la sed.

 

Me despertó el aroma a café. O quizá me desperté pensando en aire perfumado y me asaltó ese que flotaba en la estancia. Aroma estimulante de mañana, anuncio del brebaje excitante que si bien no es necesario para mí, me resulta innegablemente placentero. Aunque pronto percibí la superposición con otros olores que seguían presentes en el ambiente, en el entorno, por doquier. La persistencia densa e inequívoca de la cera fundida, el penetrante y consistente del cuero, y las notas aún evidentes a salvaje fluido animal, rastro de momentos de excitación intensa.

Me levanté remolonamente, y diluí el embrujo de parte de tanta estimulante fragancia con agua y jabón. Al acercarme las manos a la cara, pude notar, en una última pirueta, el recuerdo del jengibre juguetenado levemente en mi nariz. Levanté la vista y pude disfrutar de mi sonrisa, somnolienta aún , saludándome en el espejo. Y salí hacia la cocina.

Allí estaba, mi desayuno, dispuesto. El café, las tostadas, el tomate rallado, las naranjas exprimidas......toda una amalgama de sabores recientes extraídos en lo que parecía ser una alegoría de lo acontecido en las horas nocturnas. Y entre todos ellos, la presencia arrodillada, con las piernas abiertas y el sexo brillante, el plato principal de tan estimulante almuerzo, aportando su cuota de aromática viscosidad a todo el cuadro. No sé si lo que más me gusta de ella es lo que es o lo que espera que le haga ser. Probablemente, ambas cosas están indisolublemente unidas.

Es hora de desayunar.

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