miércoles, 4 de mayo de 2022

Almas preparadas (si las pudiera pedir prestadas)

 

Se piden, se piden. Constantemente, por doquier. No hay espacio en el que no se reclamen. Incluso es ya una exigencia. Pedir, además, ¡es tan fácil! Sólo hay que abrir la boca, tomar el lápiz o posar los dedos sobre el teclado y pedir.

Pero lo malo, además, es que te las ofrecen. Con todos los matices que quieras, incluso aunque el resultado tenga que ser por fuerza incoherente. Para un rato, la oferta es infinita. Para más tiempo, menos, pero la hay.

Claro que es fácil pedir el alma de otro prestada. Con la facilidad del hábito y la costumbre.

Lo que no hay, y no parece posible tener, es un alma prestada preparada para ponérsela uno mismo. Para vestirla en aquellas situaciones en las que no queremos contaminar la propia. Un alma de quita y pon. Una especie de alma-paraguas que preserve el interior y permita sumergirse en lo ominoso sin tocar el pecado. Que alinee los sentidos con la esencia, la moral y el entendimiento sin necesidad de conformarlo uno mismo, que nos venga dado. Que sea de usar y tirar, y mantega a salvo de las indignidades de un momento obsceno. Un alma que nos haga parecer otro y no un yo disfrazado. Un alma a la medida para cualquier ocasión. Un sobrealma que haga parecer de verdad en cualquier ocasión.

No sé, mejor modelar la propia e ir con ella sólo a aquellos lugares en los que la podamos presentar. Y así ser individuos con alma, sea cual sea su condición.


No hay comentarios:

Publicar un comentario