lunes, 8 de febrero de 2010

Los capullos

De vez en cuando la vida, toma conmigo café, y está tan bonita que da gusto verla.

Otras veces, te envía un capullo. O troll, o como quiera que se llame. Dícese de esos individuos que se dedican a ofender con una sonrisa en la boca. No tienen sustancia, suelen ser todo fachada, y a poco que rasques, acaba cayendo el disfraz; pero resultan molestos. Hoy tuve la mala suerte de sufrir a uno. Insidiosos, huecos, oportunistas, manipuladores, falsamente afables, pagados y seguros de si mismos. Fariseos de la educación, cordialidad y buen gusto. No es el primero, ni será el último. Se aburren y se entretienen buscando rendijas para incordiar, en la peor acepción del término.

Este empezó presentándose con su atildada cordialidad, pero lanzando una puya. A mi respuesta, la reenvió corregida y aumentada. Le invite sutilmente a retirarse a sus cuarteles, y triplicó el esfuerzo. La última respuesta, ya sin disfraz, fue patética, y consideré que era suficiente.

Entiendo ahora a ciertas personas que restringen su perfil para evitar a memos de esta calaña. Es una pena, pues nos privan de entornos interesantes, delicados, agradables, debido a la acción de estos descerebrados, profesionales de la insidia y el mal gusto. Uno se puede aguantar, pero cuando te tocan dos o tres seguidos.... se comprenden las ganas de cerrar el puesto.

Sí, la receta es obviarlos. Pero ¿quién no tiene un mal día?

Ahí lo tengo otra vez, llamando de nuevo a mi puerta...a ver si se cansa pronto.

En fin, puestos a escoger, me quedo con los capullos de las rosas. Al menos, huelen bien.

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