sábado, 25 de enero de 2014

y dos de veinticinco

A veces una broma tiene la virtud de ponerte de frente desnudo ante el universo. El tiempo pasa, aunque el universo parezca inmutable. Añadiendo a la receta un decaimiento temporal acusado, cierto cansancio acumulado y un dolor de cabeza punzante ante cualquier actividad que requiera abrir los ojos, el resultado es el de verme a oscuras desnudo ante en el vacío de un modo casi permanente.

Y claro, no sólo me veo. Me observo, escudriño, investigo, pruebo, pienso, olvido, imagino, comparo.......una y mil veces, pues tiempo es lo que sobra. Y si encima ese tiempo se multiplica por tres (ufffff, la eternidad multiplicada por tres......sigue dando eternidad, pero parece más larga) pues te observas, escudriñas, investigas, pruebas, piensas, olvidas, imaginas, comparas mil veces más de lo que esperabas, porque desgraciadamente, cada una de esas magnitudes con los ojos cerrados no es función lineal del tiempo en estos casos.


Y entonces llega el día. Miro por la ventana, luce el sol y ya no me duele la vista. Y respiro y no parece que el pecho vaya a estallar, y me incorporo, incluso me muevo, y la cabeza parece mía, y........y es estupendo, pero al mirarme en el espejo, veo el universo detrás de mi, que ha cambiado, y resulta que aunque casi el doble, soy la mitad de veinticinco (y no quiero saber si la función es logarítmica, cuadrática o exponencial, ya tuve bastante los dias anteriores) y........sí, el universo sigue igual, el que cambia soy yo. O cambiamos los dos, pero a mi se nota (joder, con el universo, ¿donde estará el punto de inflexión).

En fin , nada que no supiera, aunque a veces haga como que no lo veo. Menos mal que mañana por la mañana tendré un baño de realidad. Y entonces, que le den al universo......hasta que me vuelva a desnudar.

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